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Etgar Keret, Los siete años de abundancia

Nos habla el Génesis de José, hijo de Jacob que interpretó el sueño sobre siete vacas gordas y siete vacas flacas que tuvo el Faraón de Egipto. A los siete años de abundancia que José predijo hace referencia el titulo de este libro de Etgar Keret (Tel Aviv, 1967).
No resulta fácil conocer la primera edición de Siete años de abundancia; no aparece en los créditos de la edición de Siruela de 2014. La mexicana de Sexto Piso es de 2013, la edición en francés es de 2014, la publicada en inglés de 2015. En Israel, al parecer, el libro no ha sido publicado pues Keret no desea que cuestiones tan íntimas de su vida sean leídas por sus vecinos. La cuarta de cubierta nos dice que el libro es el resultado de las notas que el autor ha recogido de su vida personal durante siete años, pero analizando la cronología interna del texto parece que se extiende algo más de siete años (quizá no debamos entender literalmente la cifra como se nos quiere hacer creer sino interpretar la alusión bíblica del título) y atendiendo a la brevedad de los treinta y cinco relatos que lo componen más bien parece que Siete años de abundancia es una recopilación de artículos de Etgar Keret preparada para un lanzamiento internacional más o menos simultáneo.
Dejando aparte la arqueología, Siete años de abundancia nos presenta la vida cotidiana en Israel, rodeada siempre de una tensión bélica latente; un día puedes pasar una tarde agradable en la playa, cualquier otro día se recrudece la guerra o cae un misil en las calles de Tel Aviv, los padres deben plantearse si cuando su hijo recién nacido cumpla dieciocho años le permitirán enrolarse en el ejército o, aunque ese sea el deseo del chico, le impedirán poner su joven vida en juego de esa manera, tu hermana, que era una persona normal, desaparece de tu vida abducida por el fundamentalismo religioso que la encierra en casa y la rodea de once hijos, la omnipresencia del pasado de tus padres, supervivientes del holocausto, la muerte del padre...
El libro se inicia con el relato del nacimiento del hijo del autor mientras las enfermeras están ocupadas atendiendo a los heridos en un ataque terrorista. Se cierra con Keret, su mujer y el niño tirados en el suelo de una autopista, como corresponde cuando una alarma antiaérea te pilla en carretera. Por el camino, el relato sobre su hermana "muerta" (se hizo ultraortodoxa) que podemos leer completo en El País, o esta reflexión sobre el popular juego Angry birds:
Mi mujer fue la única en la familia que dio en el clavo. Angry Birds es tan popular en nuestro hogar y en otros porque en realidad nos encanta matar y destrozar cosas. Sí, es verdad que los cerdos nos robaron los huevos en la breve introducción del juego, pero, entre vosotros y yo, esa es solo una excusa para que canalicemos la vieja furia de siempre hacia ellos. Cuanto más tiempo paso pensando en ese juego, más claro lo veo: bajo la adorable apariencia de los graciosos animales y sus dulces voces, Angry Birds es un juego que es coherente con el espíritu de los terroristas fundamentalistas religiosos".

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