jueves, 21 de enero de 2021

John D. Macdonald, Pesadilla en rosa

"Busted flush" es aquello que habiendo generado prometedoras expectativas, acaba quedando en poca cosa. Busted flush es el nombre del yate en el que vive Travis McGee en Loderdale, Florida. A McGee le conocimos en Adiós en azul, la primera de sus veintiuna aventuras. No es un detective privado al uso: vive la vida y resuelve casos - recuperar dinero perdido a cambio de la mitad de lo recuperado - cuando necesita liquidez.
Bastante de "busted flush" tiene Pesadilla en rosa, la segunda. Veamos por qué. La novela, interesante en su planteamiento: el deber moral obliga a McGee a ayudar a un viejo amigo y compañero de armas en la guerra de Corea, inválido como consecuencia de las heridas del combate. Resulta que el novio de su hermana pequeña ha muerto en extrañas circunstancias. McGee, en ayuda de su amigo Mike, se traslada a la inhumana Nueva York y descubre que la muerte tiene que ver con un sistema de blanqueo de dinero robado de una empresa. Luego, la novela se diluye en demasiadas páginas en las que en nada avanza - y el interés del lector se pierde -, salvo los avances amatorios de McGee con las mujeres - de la alta sociedad o secretarias - que rendidas caen a sus pies. Ni que decir tiene que estos flirteos son fundamentales para que McGee obtenga información sobre el caso. Incluso, a pesar de sus prejuicios iniciales de carácter moral, McGee acabará enamorándose de Nina, la hermana pequeña de su amigo Mike. Finalmente, la novela remonta en su resolución, en la que veremos el siniestro método mediante el que los ladrones sometían la voluntad del empresario extorsionado y de otras personas.
Pesadilla en rosa nos aporta detallada información sobre McGee: conocemos hasta su talla de zapatos. Es probable que esta información nos resulte útil en las siguientes entregas para valorar en su conjunto la serie de McGee escrita por John D. MacDonald, pues es indudable que fueron concebidas como conjunto; la tres primeras novelas se publicaron en el mismo 1964, lo que también nos evidencia el carácter comercial de su lanzamiento - además en las cubiertas de las doce primeras novelas de la serie encontramos imágenes de atractivas mujeres, amén del juego con los colores en títulos y cubiertas -. Para entonces MacDonald había publicado ya centenares de relatos en los pulpos de los años cuarenta y casi una veintena de exitosas novelas. El problema para valorar el conjunto de la serie es que resulta necesario que se continue la labor de recuperación iniciada por Libros del Asteroide con las dos primeras novelas, pues hace ya demasiadas décadas de las anteriores publicaciones en España de las novelas de MacDonald.

martes, 12 de enero de 2021

Afonso Reis Cabral, Mi hermano

El relato de Mi hermano (2014, Acantilado, 2020) es una confesión íntima. La del narrador que, aludiendo en ocasiones al lector y comentando - entre paréntesis y en cursiva - su propio relato, nos habla de su relación con su hermano Miguel, que sufre síndrome de Down.
Ambos pasan unos días en la casa que los padres compraron, cuando eran niños, en un pueblo del interior de Portugal para ir en vacaciones. En el pueblo, de catorce casas, entre montañas, bosques y nieblas, ya sólo viven un matrimonio anciano que trabaja la tierra con las manos y su hijo enfermo, personajes que bien podrían formar parte del elenco de Divinas palabras. Hace más de veinte años que el narrador no va por allí.
El reposado relato, en algunos momentos excesivamente remansado, de esos días de noviembre en el campo, se va trufando de los recuerdos y reflexiones del narrador. Éste, hombre solitario enfrascado en sus estudios bibliográficos, apenas ha mantenido relación con su familia desde que, veinte años antes, abandonó el hogar familiar en Oporto para ingresar en la universidad en Lisboa. Sólo le lleva un año a  Miguel y, como sus cuatro hermanas son bastante mayores que ellos, los dos crecieron sin la presencia de ellas en casa. Crecieron en el amor fraternal, pero también en la incomprensión de que a Miguel, por su discapacidad, no se le exigiera nada para gozar del cariño de los padres. A la muerte de éstos - la madre fallece apenas cuatro meses después que el padre -, el narrador, para sorpresa de sus hermanas, decide volver a Oporto y hacerse cargo de Miguel. Recuperan entonces la siempre compleja relación entre hermanos y el narrador, celoso de que lo único que le importe en la vida a Miguel sea Luciana - una discapacitada que asiste a su mismo colegio y de la que es amigo desde la adolescencia -, procurará sacar a la mujer de la vida de Miguel. Así, mientras se entreveran los recuerdos de la vida familiar, el tiempo que Miguel y el narrador llevan juntos, los días que pasan en el campo y las reflexiones, la novela avanza hacia un desenlace que no esperamos y que justifica el viaje a ese lugar solitario y oscuro que, aunque no se nombra, por sus referencias bien puede situarse en la localidad de Janarde. Lugar, paisaje, que, pese a la apariencia de placidez del relato y a la respetabilidad que debemos suponer a un profesor universitario como el narrador, quizá sea, el paisaje, tan oscuro y solitario como el protagonista.
Mi hermano es la primera novela de Afonso Reis Cabral (Lisboa, 1990), descendiente de Eça de Queirós. Acantilado anuncia la próxima publicación de la segunda: Pan de azúcar.

lunes, 4 de enero de 2021

Gustavo Faverón Patriau, Vivir abajo

Escena de Garage Olimpo (1999).

Si un día decides irte de tu vida y buscar otra, ten en cuenta que jamás serás capaz de recobrar la primera.

La segunda novela de Gustavo Faverón Patriau (Lima, 1966), Vivir abajo (2018; Candaya, 2019) es una novela excesiva, divertida, exagerada, compleja, elaborada, apabullante, exhibicionista, meandrosa, interesante, vivaz, ingeniosa, exigente, floreada, laberíntica, monumental, difícil, jocosa, hiperbólica, barroca, imaginativa, digresiva, agotadora, culturalista, sudamericana.
En estos tiempos actuales en que la narrativa está dominada por - ¿qué hay de lo mío? - relatos sobre las peripecias - insignificantes o memorables - del propio escritor o de sus familiares más cercanos - algunos excelentes, otros prescindibles hasta para la propia familia exhibida ante el público lector -, Vivir abajo supone un aire fresco e imaginativo que se agradece.
Vivir abajo es también una novela elitista. Exige un lector aristocráticamente ocioso que pueda permitirse el lujo de hacer el esfuerzo y disponer del tiempo necesario para leer semejante tocho, mientras la vida pasa a su alrededor, discurriendo entre las genialidades, alardes y ocurrencias con las que el autor va enredando a los personajes y, de paso, mostrando su enciclopedismo. El lector de a pie encontrará mil novelas con las que gozar de la literatura sin desatender los asuntos de su vida cotidiana o, incluso, otras estupendas formas de ocio. Cabe preguntarse hasta qué punto es aceptable, respetuoso, imponer al lector un esfuerzo tan importante para, en este caso, denunciar con contundencia las cárceles secretas y las torturas ejercidas por las dictaduras hispanoamericanas, su relación con el nazismo, con los nazis huídos a Sudamérica y con los servicios secretos estadounidenses, o para reflexionar inteligente e ingeniosamente sobre la locura. ¿O se trata de lucir el espectáculo de la grandeza, la maestría y el virtuosismo del autor como si el lector no fuera merecedor de ser tenido en cuenta?, ¿el papel del lector debe ser el de mero receptáculo agraciado y obligadamente agradecido de este tipo de novelística a la mayor gloria de escritores exquisitos?
Si una pandemia nos impide disfrutar de los otros lujos de nuestra vida regalada o, simplemente, el lujo que elegimos para llenar nuestra falta de ocupaciones y preocupaciones es éste, encontraremos en Vivir abajo una novela interesante y podremos disfrutar de su complejidad constructiva, del ingenio de Faverón y de su denuncia - diluida en los infinitos vericuetos de la novela - de las dictaduras sudamericanas de las últimas décadas del siglo XX. Si además de lectores somos personas con vida más allá de nuestras lecturas gozosas, entonces no será fácil que encontremos el tiempo y la dedicación que Vivir abajo requiere.
Vivir abajo es una metanovela que desde distintas perspectivas narrativas y saltos temporales reconstruye los pasos que el personaje principal, George, sigue por Estados Unidos, Paraguay, Argentina, Chile, Perú y Bolivia intentando seguir los de su padre (un torturador de la CIA). Se engarzan y enredan en mil tirabuzones los personajes, que nunca son quiénes parecen, mientras en el relato principal se engarzan y enredan cientos de otros relatos. Finalmente, todo está meticulosamente bien conectado gracias al trabajo inmenso del autor, que, casualidades de la vida, algo tiene en común con el narrador principal. ¿Qué hay de lo mío?

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