Lutz Eigendorf (Brandemburgo, 1956) lleva camino de ser la estrella del fútbol de la RDA. Tiene veintidós años, está casado, tiene una hija pequeña, una buena casa con televisor a color, un trabant concedido en apenas dos años, triunfa en el Dynamo de Berlín y ya ha jugado seis partidos con la selección nacional. Es el Beckenbauer del Este. ¿Qué más se puede pedir?
Sin embargo, en marzo de 1979 durante un viaje a Kaiserlautern - para disputar un partido amistoso con el equipo local, entonces en uno de sus mejores momentos -, de manera tan imprevista como improvisada decide abandonar la expedición, huir y quedarse en el Oeste. El fútbol en Alemania Oriental se le queda pequeño. Naturalmente su deserción tiene consecuencias inmediatas para su familia.
Eigendorf jugará en el Kaiserlautern y fichará en 1982 con el Eintracht de Braunschweig. La noche del 5 de marzo de 1983 se estrella contra un árbol y la autopsia revela una elevada tasa de alcohol en sangre. Desde entonces las sospechas de que fue asesinado por la Stasi permanecen vivas y varias investigaciones así lo apuntan - aunque alguna lo desmiente -.
La historia del futbolista del Este, vigilado y seguramente también asesinado por la Stasi, la ha convertido en novela el periodista Eduardo Verdú (Madrid, 1974) en Todo lo que ganamos cuando lo perdimos todo (Plaza y Janés, 2018). El valor fundamental del libro se encuentra en la historia de Eigendof y en la información que nos ofrece sobre el poder y el funcionamiento de la Stasi; su valor literario es escaso, más allá del estilo correcto, tiene mucho más de reportaje ficcionalizado que de novela y para alcanzar su emotivo final el lector debe superar casi cuatrocientas páginas en las que Verdú ha cometido el muy comprensible error de querer decirlo todo. A lo largo de las tres partes del libro alterna el relato del día a día, durante esos cuatro años, de Lutz, de sus familiares en Berlín y del trabajo de la Stasi para vigilarlos y engañarlos (un excompañero de instituto de su mujer es obligado a enamorarla, casarse y tener un hijo con ella para alejarla de Lutz).
Al margen de las - determinantes - circunstancias políticas que marcaron su vida y la de los suyos, nos queda de Lutz Eigendorf la imagen de haber sido uno de esos pobres - e infelices - chicos que amaron el riesgo, vivieron deprisa y murieron jóvenes.
Eigendorf jugará en el Kaiserlautern y fichará en 1982 con el Eintracht de Braunschweig. La noche del 5 de marzo de 1983 se estrella contra un árbol y la autopsia revela una elevada tasa de alcohol en sangre. Desde entonces las sospechas de que fue asesinado por la Stasi permanecen vivas y varias investigaciones así lo apuntan - aunque alguna lo desmiente -.
La historia del futbolista del Este, vigilado y seguramente también asesinado por la Stasi, la ha convertido en novela el periodista Eduardo Verdú (Madrid, 1974) en Todo lo que ganamos cuando lo perdimos todo (Plaza y Janés, 2018). El valor fundamental del libro se encuentra en la historia de Eigendof y en la información que nos ofrece sobre el poder y el funcionamiento de la Stasi; su valor literario es escaso, más allá del estilo correcto, tiene mucho más de reportaje ficcionalizado que de novela y para alcanzar su emotivo final el lector debe superar casi cuatrocientas páginas en las que Verdú ha cometido el muy comprensible error de querer decirlo todo. A lo largo de las tres partes del libro alterna el relato del día a día, durante esos cuatro años, de Lutz, de sus familiares en Berlín y del trabajo de la Stasi para vigilarlos y engañarlos (un excompañero de instituto de su mujer es obligado a enamorarla, casarse y tener un hijo con ella para alejarla de Lutz).
Al margen de las - determinantes - circunstancias políticas que marcaron su vida y la de los suyos, nos queda de Lutz Eigendorf la imagen de haber sido uno de esos pobres - e infelices - chicos que amaron el riesgo, vivieron deprisa y murieron jóvenes.

No hay comentarios
Publicar un comentario