viernes, 24 de febrero de 2017

Nic Pizzolatto, La profundidad del mar Amarillo

Arco Puerta del Oeste.
Nic Pizzolatto - Galveston - debutó literariamente en 2006 con La profundidad del mar Amarillo (Salamandra, 2015), una colección de once relatos que habían sido previamente publicados en diversas revistas norteamericanas. Nepal es el noveno y el más largo de estos relatos y chirría enormemente en el conjunto armónico y cohesionado que forman los otros diez. Sólo tiene en común con los demás la edad de su protagonista y sin él estaríamos ante un libro notable.
Nepal aparte, los relatos de La profundidad del mar Amarillo nos hablan con un estilo sugerente, a veces casi lírico, de ambientes y paisajes del sur y el oeste de Estados Unidos en los que suceden historias protagonizadas por veinteañeros y adolescentes, de familias desarraigadas, en torno (aunque no hay referencias temporales) a los años noventa. Historias generalmente tristes y melancólicas, de perdedores, que parecen formar parte natural del cálido Golfo de México.
Nos encontramos ante personajes que parecen tomados de la vida cotidiana. Como el protagonista del primer relato, Pájaro fantasma, un guarda forestal que practica furtivamente el salto base desde el arco Puerta del Oeste en San Luis y que intenta reordenar su vida, a base de filosofía oriental, porque se siente culpable de la muerte de su novia. Como la madre doliente que busca al hijo adolescente que un día se fue de casa y nunca más se supo de La plantilla. Como - en el relato que da título al libro -, el muchacho (que piensa que su padre murió en la guerra) que acompaña a su entrenador, en su viaje más lejos de casa, para llegar a Los Ángeles y secuestrar a la hija de éste que un buen día se largo para hacerse actriz porno; allí la realidad será distinta de lo que pensaban, como lo es el paisaje de asfalto y coches que les abruma. Como los personajes de 1987, en las carreras; padre con hijo que nos presentan una historia de decepción, la del hijo que descubre que su padre es un perdedor y no el héroe por quien le tenía (recuerdan al padre y al hijo del cuento Con Jimmy en Paracas, de Alfredo Bryce Echenique). Como la familia sin salida de Busca y captura (no muy lejana de la del pequeño Shug). Como el chico que quizás fuese el padre del bebé de la chica con la que se acostó tres veces y que murió en un accidente de tráfico de Dos orillas. Como la muchacha adolescente embarazada del hombre que, diez años antes, fue en el instituto el novio de su hermana mayor... personajes desgraciados y tristes como tantas personas a las que maltrata la vida real, personajes de relatos sin final porque, como en la vida cotidiana, la vida sigue mañana. Relatos de juventud que, no obstante, anticipan los paisajes, los personajes, las historias y el estilo de Galveston.

miércoles, 15 de febrero de 2017

Ginés Sánchez, Lobisón

La licantropía, los hombres que se convierten en lobos en las noches de luna, es un motivo antiguo tanto en la literatura folclórica como en la literatura culta. En Lobisón (Tusquets, 2012), su primera novela, Ginés Sánchez (Murcia, 1967) incorpora este motivo a una novela actual, lejana al relato de terror y exenta de elementos fantásticos y sobrenaturales. Recoge la novela la creencia popular de que los séptimos hijos son poseídos por el demonio y se convierten en hombres lobo. Recoge también la tradición que relaciona a los perros negros con el demonio y la muerte.
La voz narrativa de la primera parte de la novela (casi la mitad de ella) corresponde a Adrián, un adolescente autista - séptimo hijo de Zacarías Zárate - que en algún momento quedó también mudo. Adrián vive al cuidado de uno de sus hermanos. El autismo del narrador provoca que el lector se enfrente a un relato en el que son muchas las cosas - ¿qué pasó?, ¿qué pasará?, ¿qué ocurrió entre Adrián y Zacarías? - que no sabe y desea saber. La voz de Adrián, volverá en la tercera y en la quinta parte; en la segunda y en la cuarta conocemos la historia a través de las cartas que Zacarías Zárate envía - sin respuesta - a otro de sus hijos. Estas cartas ayudan al lector a completar su conocimiento de la historia con datos tan relevantes como que, tras lo que pasó entre Zacarías y Adrián, al padre se le ha diagnosticado esquizofrenia. Así, el autismo de uno y la esquizofrenia del otro hacen realista y verosímil el comportamiento de ambos y su condición de lobisones.
Con escasas referencias espaciales y temporales, la acción de Lobisón transcurre en la España actual, pero recuerda inevitablemente el mundo rural y atroz de Pascual Duarte y nos hace imaginar un Los santos inocentes narrado por Azarías y la niña chica. La de Lobisón es una historia dura, cruda y desoladora de la que su autor consigue guardar todos sus secretos fundamentales hasta el último momento. Y consigue también salvar con acierto y naturalidad la dificultad de adoptar la psicología, el lenguaje y el punto de vista de sus dos narradores - el autista y el esquizofrénico -. No es nada fácil de conseguir y el dominio de las palabras y de su expresión natural a través de estos dos personajes pone de manifiesto la valía literaria de su autor. Junto a la naturalidad, el relato rezuma frescura y originalidad; es, sin duda, una novela "distinta". Y buena.
Los caminos del mercado editorial son inescrutables; se promociona a amables señoras que plagian sus novelas de crímenes imposibles con pastelito o a pedantes que coleccionan esdrújulos comprados en el diccionario de arcaísmos agrarios para su primera novela y, sin embargo, escritores de la calidad indudable de Ginés Sánchez carecen de promoción mediática y llegas a conocerlos sólo gracias a las buenas recomendaciones de tus amigos.

martes, 7 de febrero de 2017

Héctor Aguilar Camín, Toda la vida


Liliana ha entrado y salido de mi vida en oleadas catastróficas. Ha estado siempre ahí, esperando su turno. He amado a esta mujer más de lo que la he temido, pero el temor ha vencido siempre.

Toda la vida de Serrano, el narrador de esta novela, ha estado marcada por Liliana. No hay ni un antes ni un después. Liliana Montoya y Serrano se conocieron en los años setenta; ella era hermana del mejor amigo de él en la universidad. Iniciaron entonces una relación de encuentros - cenas, alcohol y sexo - y desencuentros que él rememora en 1999. Para entonces hace cuatro años que no sabe de ella.
El reencuentro en un velatorio con viejos conocidos lleva a Serrano, escritor, a indagar en una vieja historia; en tres ocasiones distintas, con tres versiones distintas, Liliana le contó que ella había ordenado matar al novio de su hermana porque había abusado de ésta. La investigación de esta historia remueve, sin pretenderlo, asuntos de un tiempo en que la corrupción policial ejercía la justicia a su manera en Ciudad de México y lleva a Serrano a querer saber qué ha sido de Liliana, a querer reencontrarla, una vez más.
Liliana es una mujer fatal que ha enamorado, llevado a la cama y dejado prendados a Serrano y a cuantos hombres se ha propuesto en la vida. Cuando Serrano la vuelve a encontrar ella está mal, está hospitalizada. Aparece entonces con fuerza la figura de su hermana, Dorotea.

Las cactáceas no tienen el prestigio de los ahuehuetes o de las jacarandas, Serrano, pero son el verdadero sabor de la tierra. Necesitan poca agua y ningún cuidado. Son del desierto, no se dejan morir porque no se secan nunca. Llevan la humedad por dentro. En la peor de las sequías se enconchan: se encogen, se amurallan. Cuando llega el agua, no toman de más, sólo lo que necesitan. Tienen todas las formas y todos los tamaños. Pueden ser con espinas y sin espinas. A las cactáceas que no tienen espinas las llaman suculentas. Pueden ser miniaturas o gigantes. En el desierto hay saguaros de setenta metros y trescientos años. Hay suculentas de trescientos años del tamaño de una bola de cristal. Yo soy una cactácea, Serrano: Liliana es una jacaranda. Se derrama como loca cada año, y luego queda seca. No se ahorra. Son muy hermosas las jacarandas. Eso que ni qué. Pero las cactáceas son la sal de la tierra.

Dice Dorotea a Serrano.
¿Cómo ocurrió realmente aquel crimen; Serrano no tiene más que distintas versiones?, ¿qué creyeron las hermanas que había ocurrido?, ¿cómo marcó aquello la relación entre ellas?, ¿cuál será a partir de ahora la relación de Serrano con Liliana y con Dorotea?
Toda la vida (Penguin Random House, 2016), de Héctor Aguilar Camín, es una breve novela que con un estilo ágil y la frescura y potencia de la lengua mexicana nos trae el recuerdo de locales míticos en la noche de Ciudad de Mexico de hace décadas - la juventud, las cenas, las copas, las madrugadas, las drogas, el sexo -, nos pone sobre la mesa las turbias relaciones entre la política y la corrupción policial mexicanas, y nos habla de las cicatrices que dejan los amores fatales.
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