sábado, 26 de noviembre de 2016

Kent Haruf, Nosotros en la noche

Kevin Hughes, Pareja de ancianos.
Addie y Louis se conocen pero no demasiado, son vecinos, viudos desde hace tiempo y se adentran en la vejez. Viven en una pequeña población del imaginario condado de Holt en Colorado, que podemos suponer semejante a Salida, el pueblo de tres mil habitantes donde vivía Kent Haruf. En esas circunstancias la soledad es especialmente dura y la soledad es siempre mucho más dura por la noche. Por eso, Addie se presenta en casa de Louis y le plantea una insólita proposición; ¿por qué no te vienes por las noches a mi casa y dormimos juntos; de sexo ni hablamos, sólo quiero mitigar la soledad y sentir algo de calor humano en la cama en lugar de la frialdad de las sábanas?
Lógicamente, irán intimando en sus conversaciones, conociendo sus vidas, descubriendo la libertad de poder, en esa edad, hacer lo que les de la gana, disfrutando de que es posible encontrar a alguien y un poco de dulce felicidad a una edad en la que cualquier día puede ser el último. Mientras, claro, la gente en el pueblo murmura. Dos elementos tendrán, para lo bueno y para lo malo, una intervención decisiva en este relación; la presencia de Jamie, el nieto de seis años de Addie, en casa de su abuela durante el verano y la oposición de Gene, el hijo de Addie, a la relación de su madre con Louis.
Nosotros en la noche (2015; Random House, 2016) es - salvo Plainsong, la más exitosa, publicada en 2000 por Planeta - la única de las seis novelas de Kent Haruf (Pueblo, Colorado, 1943 - Salida, Colorado, 2014) de la que disponemos en castellano. No conocemos por tanto el tono y el estilo de las otras, ambientadas también en el condado de Holt. Pero, al parecer, Haruf escribió esta novela en los pocos meses que transcurrieron entre que los médicos le comunicaron que le quedaba poco tiempo de vida y su fallecimiento, por lo que es razonable pensar que esta circunstancia vital marcó decisiones literarias fundamentales de la novela; la temática - evidentemente -, la brevedad - marcada por la intervención mínima del narrador dejándolo todo en manos del diálogo entre los personajes, el estilo - sencillo, conciso y contenido -. Quizá en pocos casos como en éste se podrá decir esa frase grandilocuente de "la novela constituye el testamento literario de su autor", que con ella nos invita a afrontar la vida con alegría incluso sabiendo, como él, que apenas nos quedan unas semanas para hacerlo. El resultado, cuarenta y tres capítulos en poco más de ciento veinte páginas, es un relato breve de prosa y emociones contenidas, una historia elegante e insólita, alegre y triste a la vez, una mirada retrospectiva a la vida, cuando el final está próximo, que nos enseña que, aunque nuestras vidas son, generalmente, más fracasadas de lo que hubiéramos querido, incluso al final nos ofrecen la oportunidad de gozar momentos felices. Una novela, en suma, grande, melancólica y conmovedora.
Robert Redford y Jane Fonda protagonizarán el próximo año la versión cinematográfica de Nosotros en la noche.

viernes, 18 de noviembre de 2016

Daniel Woodrell, Los huesos del invierno

Tiene Los huesos del invierno (2006; Alba, 2013) elementos sobrados para resultar una novela apasionante, y, sin embargo, no engancha. Su protagonista, Ree Dolly, es una chica de dieciséis años que lo tiene todo en contra y alistarse en el ejército es su única oportunidad de tener un futuro. Pero, por el momento, tiene que ocuparse de asuntos más inmediatos. Ree cuida de su madre, que está "ida", y de sus hermanos pequeños;

Ree tenía la gran esperanza de que esos chicos no llegaran a los doce años sin ilusión, insensibles a la vida, ajenos a las buenas formas, supurando mezquindad. Muchos niños de la familia Dolly se volvían irrecuperables antes de afeitarse por primera vez, estaban entrenados para vivir al margen de la ley, sometidos a los preceptos sanguinarios e impecables que gobiernan la vida al margen de la ley".

Esto ocurre en el ambiente de miseria de las montañas Ozark, lugar de cruda climatología, habitado por unas pocas familias, un mundo endogámico en el que se cultivan odios ancestrales y en el que sólo la droga permite escapar de la pobreza. Un mundo de violencia, de paletos, de delincuentes, de vidas frustradas por embarazos tempranos y de una miseria moral que compite con la económica. Jessup, el padre de Ree, salió de la cárcel (es uno de los mejores "cocineros" de meta) pero hace tiempo que no se le ve por casa. Si Jessup, que tiene una citación, no se presenta en el juzgado, la familia será desahuciada y perderán su casa. Ree inicia la búsqueda de su padre enfrentándose a todo y a todos mientras el frío y la nieve parecen perpetuos. Ree está curtida en este duro ambiente en el que nació, pero no deja de ser un chica de dieciséis años enfrentada a una brutal lucha por la vida. El final de la novela pone los pelos de punta a cualquiera. Y, a pesar de todo, le cuesta al relato que el lector se agarre a él y no lo suelte.
Junto a la magnífica La muerte del pequeño Shug, Los huesos del invierno es la única de las novelas de Daniel Woodrell publicada en España. Fue llevada al cine en 2010.

jueves, 10 de noviembre de 2016

Maj Sjöwall y Per Wahlöö, El coche de bomberos que desapareció

El coche de bomberos que desapareció (1969) es la quinta entrega de la serie de Martin Beck y, como las anteriores, una lección de cómo se escribe una novela negra de procedimiento policial. Con un protagonismo más coral que nunca - hasta el punto que quien no conozca la serie no diría que Beck es el protagonista -, el equipo del inspector (Kollberg, Melander, Larsson...) afronta una investigación nada espectacular pero que nos muestra con total realismo el trabajo policial cotidiano, muchas veces más anodino que heroico. En un edificio que la policía vigila se produce un incendio con varias víctimas, entre ellas el ladrón de poca monta al que siguen. El informe forense determinará que el ladrón había sido asesinado antes de que se produjera el incendio. Esta muerte se relacionara con otras muertes y aparentes suicidios y tras una investigación lenta, llena de falsas pistas y alguna oportuna casualidad - la vida misma -, los policías descubren un organización dedicada al robo de coches que luego son trasladados a Polonia.
La objetividad narrativa y el estilo periodístico de Sjöwall y Wahlöö acercan el relato de esta novela al reportaje dotándolo así de la veracidad de lo cotidiano, alejándolo de la ficcionalidad de lo literario. Se nos escapa, al cabo de casi medio siglo, el impacto que este estilo realista y periodístico de las novelas de Martin Beck - pioneras entonces en el género - pudieron causar en los lectores suecos que encontraban en ellas acciones situadas apenas unos meses (primavera y verano del 68 en este caso) antes de la publicación de la novela e, incluso, como vimos en El hombre del balcón, inspiradas en crímenes reales.
En el tedio de la investigación que no avanza, El coche de bomberos que desapareció nos permite ir conociendo más de la vida privada y familiar de los protagonistas de la serie - Martin Beck, ya definitivamente expulsado de la habitación conyugal, instalado en el sofá del salón, mientras ve crecer a sus hijos -, y nos trae de nuevo a personajes de novelas anteriores que colaboran en esta nueva investigación, entre los que destaca la pareja de agentes patrulleros, Kristiansson y Kvant, - los patanes que destrozaron la escena del crimen de El policía que ríe -, sobre los que recae buena parte del humor que en finas gotas nos ofrece también El coche de bomberos.
Mientras, el coche de bomberos que debía acudir al incendio de la casa vigilada de la calle Ringvagen 37 acudió a otra dirección y el coche de juguete del hijo del joven agente Rönn desaparece misteriosamente en casa.
Otra novela gozosa que confirma el magisterio de Sjöwall y Wahlöö en la novela negra nórdica en particular y europea en general. Anteriormente a su primera publicación por RBA en 2010, El coche de bomberos que desapareció fue editado por primera vez en España por Bruguera en 1983 en su Club del Misterio.

miércoles, 2 de noviembre de 2016

Edith Wharton, Madame de Treymes

Edith Wharton (Nueva York, 1862 - Saint-Brice-sous-Forêt, Francia, 1937) se instaló en París en 1907. Ese mismo año publicó Madame de Treymes. Seis años más tarde se divorció.
Madame de Malrive - Fanny Frisbee de soltera - es una mujer norteamericana casada con un francés del que tiene un hijo y del que está separada debido a las infidelidades de él. John Durham, también norteamericano, se presenta en París con el propósito de casarse con Fanny cuando ella obtenga el divorcio. Ella estaría conforme, pero, por encima de todo para ella es irrenunciable permanecer junto a su hijo y por eso no ha vuelto a Estados Unidos. Además, considera que la familia de su marido no aceptaría nunca el divorcio dado que son católicos.
Así las cosas, Durham decide "negociar" con madame de Treymes, la inteligente cuñada de Fanny.  Se producen entre ellos diversas conversaciones, sutilísimas, en las que aflora uno de los asuntos fundamentales de la novela; el contraste entre el carácter franco, recto, simple de los norteamericanos y las complejidades de la sociedad europea. La consecuencia es que hay que hilar muy fino y siempre hay que dar tres vueltas a cada palabra y sus posibles significados e implicaciones.
Goza el lector de estos diálogos, lección para estrategas dialécticos, con los que la novela adquiere un interés - como su ritmo - creciente. El ritmo demorado de la prosa contrasta con el ritmo acelerado de la acción en la que nada es superfluo. No se detiene la novela en descripciones innecesarias ni en elementos de distracción; midiendo así bien lo que debe ser una novela corta.
Culmina todo en la jugada maestra del juego táctico de madame de Treymes; le comunica a Durham que, finalmente, su familia está dispuesta a aceptar el divorcio. Pero, acto seguido, sabiendo que él es incapaz de comportarse de manera distinta que con total integridad, le desvela sus cartas; de acuerdo con la ley, si el divorcio se produce, Fanny perderá al niño que deberá vivir con su padre. ¿Qué hará Durham?, ¿qué le dirá a Fanny?
Junto al tema ya citado del choque cultural que para los norteamericanos, viajeros por Europa, supone el contraste entre su llaneza y la sofisticación europea, Wharton aborda otros asuntos de su interés como los derechos de la mujer y, en especial, el del divorcio.
Es lugar común al referirse a Edith Wharton citar su relación amistosa y literaria con Henry James (veinte años mayor y que murió veinte años antes) y de esa relación se destaca el tema común de las dificultades de los americanos en Europa; si hay que juzgar entre Madame de Treymes y la Daisy Miller, de James, sin duda nos quedamos con Wharton.
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