Pierre Lemaitre, Nos vemos allá arriba
Memorial en Pont de-l'Arche (imagen de Armand Launay). |
Nos vemos allá arriba toma su bello título de las últimas palabras de un soldado fusilado en 1914 por abandonar su posición. También es muy hermoso su primer párrafo:
Pero nos equivocamos si estas palabras nos hacen creer que estamos, en el centenario de la Gran Guerra, ante una novela bélica, homenaje al heroísmo de los caídos, o ante un desgarrado alegato antibélico (ya hemos hablado de algunos). Lejos de ello, se trata de un relato, centrado en la postguerra, en el que predomina un fino tono burlesco que recuerda el esperpento de Valle-Inclán. El narrador, omnisciente e interlocutor del lector, parece mirar a sus personajes desde arriba de modo que estos parecen bastante peleles de aquél y resultan planos - simples en su psicología -. A medida que la novela avanza, el narrador va descendiendo en su perspectiva y, con ello, los personajes creciendo en su valor. Parece que Lemaitre ha considerado, como Valle, que la visión grotesca es la adecuada para comprender una realidad cutre. En este caso la de la postguerra; una sociedad empobrecida y hambrienta, unas calles por las que pululan todo tipo de mutilados que constituyen un museo del horror viviente, el dolor dejado por cientos de miles de muertos... un caldo de cultivo adecuado para el enriquecimiento de gente sin escrúpulos (para colmo, parte de lo narrado tiene un fundamento en hechos reales). Distorsión grotesca, humor negro, elementos folletinescos, cierto aire picaresco, personajes simples en apariencia que se van ganando el afecto de los lectores - el malo también -... Son los ingredientes de una novela que se hace un poco larga y cuyo mayor mérito es mantener en todo momento la intriga de qué será lo siguiente que pase y de cómo acabara la historia. Y la historia es esta:
A comienzos de noviembre de 1918 está a punto de firmarse el armisticio que pondrá fin a la Primera Guerra Mundial. Así que, ¿qué soldado querría ser el último muerto de esa guerra?. Todos tratan de evitarlo, pero un teniente ambicioso hace creer a su tropa que han sido atacados por los alemanes para provocar un contraataque que le de a él gloria y un ascenso. En esa batalla, un soldado cae gravemente herido al salvar milagrosamente la vida a un compañero.
Un año más tarde ambos soldados viven juntos; Albert, de origen humilde, agradecido a quien le salvó la vida en el último suspiro, se ocupa de cuidar a Edouard, que sufre heridas horribles. Mientras, se han apañado para falsificar documentos y certificar la muerte de Edouard que no desea volver en su estado ante su familia (su padre, con el que tenía una mala relación, es uno de los hombres más ricos y poderosos de Francia) y que le dan una nueva identidad. Por su parte, Pradelle, el teniente ambicioso, ha conseguido casarse con la hermana de Edouard y un contrato del gobierno para desenterrar los cadáveres de los campos de batalla y darles digna sepultura en cementerios creados para honrar a los héroes de la patria. Su corrupta e inmoral gestión del contrato con el exclusivo fin de su enriquecimiento personal casi nos hacen ver como parvulitos a los de la gúrtel y la púnica. Al mismo tiempo, Edouard - dibujante excelente desde niño -, más por diversión que por salir de la miseria, ha ideado otra estafa, él y Albert han publicado un catálogo con sus dibujos de posibles monumentos a los caídos que ofrecen a buen precio a los ayuntamientos (con el dinero que reciban a cuenta se fugarán y huirán a alguna de las colonias). Uno de sus dibujos, además, gana el concurso para erigir uno de estos monumentos precisamente en el barrio de su familia (no sabe Edouard que el concurso lo ha convocado su padre, que, tras su muerte, siente hacia su hijo lo que no sintió cuando estaba vivo). Entre la primavera y el verano de 1920 todos estos líos - y algunos más - tendrán su desenlace.
Pierre Lemaitre (París, 1951) es un autor de novela criminal al que Nos vemos allá arriba (2013; Salamandra, 2014) ha dado fama internacional. El éxito de esta novela ha provocado que algunas de sus novelas anteriores se hayan publicado en España por primera vez.
Todos los que pensaban que aquella guerra acabaría pronto habían muerto hacía mucho tiempo. Precisamente a causa de la guerra. Así que, en octubre, Albert recibió con bastante escepticismo los rumores sobre un armisticio. Les dio tanto crédito como a la propaganda del principio, que aseguraba, por ejemplo, que las balas de los boches eran tan blandas que se estrellaban contra los uniformes igual que peras pasadas, y provocaban las carcajadas de los regimientos franceses. En cuatro años, Albert había visto la tira de tipos muertos de risa por el impacto de una bala alemana".
Pero nos equivocamos si estas palabras nos hacen creer que estamos, en el centenario de la Gran Guerra, ante una novela bélica, homenaje al heroísmo de los caídos, o ante un desgarrado alegato antibélico (ya hemos hablado de algunos). Lejos de ello, se trata de un relato, centrado en la postguerra, en el que predomina un fino tono burlesco que recuerda el esperpento de Valle-Inclán. El narrador, omnisciente e interlocutor del lector, parece mirar a sus personajes desde arriba de modo que estos parecen bastante peleles de aquél y resultan planos - simples en su psicología -. A medida que la novela avanza, el narrador va descendiendo en su perspectiva y, con ello, los personajes creciendo en su valor. Parece que Lemaitre ha considerado, como Valle, que la visión grotesca es la adecuada para comprender una realidad cutre. En este caso la de la postguerra; una sociedad empobrecida y hambrienta, unas calles por las que pululan todo tipo de mutilados que constituyen un museo del horror viviente, el dolor dejado por cientos de miles de muertos... un caldo de cultivo adecuado para el enriquecimiento de gente sin escrúpulos (para colmo, parte de lo narrado tiene un fundamento en hechos reales). Distorsión grotesca, humor negro, elementos folletinescos, cierto aire picaresco, personajes simples en apariencia que se van ganando el afecto de los lectores - el malo también -... Son los ingredientes de una novela que se hace un poco larga y cuyo mayor mérito es mantener en todo momento la intriga de qué será lo siguiente que pase y de cómo acabara la historia. Y la historia es esta:
A comienzos de noviembre de 1918 está a punto de firmarse el armisticio que pondrá fin a la Primera Guerra Mundial. Así que, ¿qué soldado querría ser el último muerto de esa guerra?. Todos tratan de evitarlo, pero un teniente ambicioso hace creer a su tropa que han sido atacados por los alemanes para provocar un contraataque que le de a él gloria y un ascenso. En esa batalla, un soldado cae gravemente herido al salvar milagrosamente la vida a un compañero.
Un año más tarde ambos soldados viven juntos; Albert, de origen humilde, agradecido a quien le salvó la vida en el último suspiro, se ocupa de cuidar a Edouard, que sufre heridas horribles. Mientras, se han apañado para falsificar documentos y certificar la muerte de Edouard que no desea volver en su estado ante su familia (su padre, con el que tenía una mala relación, es uno de los hombres más ricos y poderosos de Francia) y que le dan una nueva identidad. Por su parte, Pradelle, el teniente ambicioso, ha conseguido casarse con la hermana de Edouard y un contrato del gobierno para desenterrar los cadáveres de los campos de batalla y darles digna sepultura en cementerios creados para honrar a los héroes de la patria. Su corrupta e inmoral gestión del contrato con el exclusivo fin de su enriquecimiento personal casi nos hacen ver como parvulitos a los de la gúrtel y la púnica. Al mismo tiempo, Edouard - dibujante excelente desde niño -, más por diversión que por salir de la miseria, ha ideado otra estafa, él y Albert han publicado un catálogo con sus dibujos de posibles monumentos a los caídos que ofrecen a buen precio a los ayuntamientos (con el dinero que reciban a cuenta se fugarán y huirán a alguna de las colonias). Uno de sus dibujos, además, gana el concurso para erigir uno de estos monumentos precisamente en el barrio de su familia (no sabe Edouard que el concurso lo ha convocado su padre, que, tras su muerte, siente hacia su hijo lo que no sintió cuando estaba vivo). Entre la primavera y el verano de 1920 todos estos líos - y algunos más - tendrán su desenlace.
Pierre Lemaitre (París, 1951) es un autor de novela criminal al que Nos vemos allá arriba (2013; Salamandra, 2014) ha dado fama internacional. El éxito de esta novela ha provocado que algunas de sus novelas anteriores se hayan publicado en España por primera vez.
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