sábado, 27 de julio de 2019

Eduard Palomares, No cerramos en agosto

Mirador del aeropuerto de El Prat.
Jordi Viassolo bien podría ser nuestro Julio Gálvez del siglo XXI.
Viassolo empezó Periodismo pero cambió de carrera y está acabando el grado de Investigación Privada porque quiere ser detective. En verano una importante agencia le contrata como becario - 250 euros, sin seguridad social - para crear un falso periódico digital de información económica y mantener abierta la oficina en agosto y recomendar a los posibles clientes que vuelvan en septiembre. Sin embargo, Jordi se interesa por un cliente cuya mujer ha desaparecido y acepta el caso contraviniendo las órdenes de su jefa. Bajo la evidencia de que la mujer se ha fugado con su amante, acabará apareciendo un turbio asunto de especulación inmobiliaria y un cadáver. Jordi contará con la colaboración de un detective de la agencia, un tipo duro de "la vieja escuela" que le aleccionará en la profesión y guiará sus pasos, forzará que la agencia deba ocuparse del caso, seguirá investigando durante meses sin contrato y descubriendo asuntos cada vez más peligrosos...
Eduard Palomares (Barcelona, 1980), periodista, debuta entroncando su entretenida No cerramos en agosto (Libros del Asteroide, 2019) con la mejor novela negra española, la de los años ochenta. Estilo sencillo y dinámico, sentido del humor, denuncia de realidades sociales (la precariedad laboral de los jóvenes, la masificación turística de Barcelona, la especulación inmobiliaria, el problema de los alquileres...) - si bien en Palomares se trata más de una denuncia descriptiva que crítica -, un protagonista tímido pero parlanchín e intrépido, aunque no dotado para la heroicidad, algo torpe en su relación con las chicas.
Palomares, como en su día Jorge Martínez Reverte - Demasiado para Gálvez (1979) - y Juan Madrid - Beso de amigo (1980) -, parte de su trabajo periodístico para llegar a la novela y, con la libertad de la literatura, hablarnos de la relación entre el crimen y la especulación inmobiliaria. El protagonismo de la ciudad, Barcelona, sus distintos barrios y el contraste social entre ellos, los bares tradicionales de la Barceloneta, y las referencias a circunstancias políticas cercanas - cierto célebre caso de espionaje en un restaurante -, etc. vinculan esta novela con Vázquez Montalbán. El relato en primera persona de Jordi Viassolo que nos cuenta sin complejos y con humor sus torpezas y peripecias, los rasgos de su personalidad y comportamiento, su simpatía y optimismo, su capacidad para meterse en líos que le vienen grandes y su relación con las mujeres a las que no conquista pero le protegen - Layla, la profesora del gimnasio -, recuerdan, inevitablemente, como decimos, al Julio Gálvez de Jorge Martínez Reverte, uno de los protagonistas principales de nuestra mejor novela criminal.
Viassolo, que vive con sus padres y comenta los avatares y descubrimientos de su trabajo con sus amigos veinteañeros mientras beben alcohol barato en los bares cutres que les permite su presupuesto, que le gustaría ligar más y mejor, que nos pasea por su ciudad y nos muestra el modo de vida de los jóvenes de hoy, que es lector adicto de novela policiaca, que integra internet y las redes sociales en su investigación, que nos presenta interesantes personajes que pueden dar mucho juego en el futuro - su jefa, su compañero y contrapunto Recasens -, que aspira a ser detective, puede ser uno de los más interesantes detectives de la novela negra española si su autor, Eduard Palomares, decide continuar con sus aventuras (como lectores, lo deseamos). Cuenta para ello con la mejor garantía; está en las serias, sabias e inteligentes manos de Libros del Asteroide.
Más Viassolo, por favor.

viernes, 19 de julio de 2019

Eduardo Berti, Faster

El 10 de septiembre de 1978 en el circuito de Monza se produjo uno de los accidentes más graves de la Fórmula 1. En él falleció Ronnie Peterson, a quien George Harrison - el exbeatle - dedicó la canción Faster, con la que, a su vez, contribuyó a recaudar fondos para la campaña contra el cáncer iniciada por el piloto sueco Gunnar Nilsson.
1979 fue, para el narrador de Faster (Impedimenta, 2019), el año en el que cumplió los quince, ese momento en el que, con torpeza y pasión, se forjan las grandes amistades. Y así surgió la de él y su amigo Fernán, compañeros de colegio, que encontraron un objetivo común que, junto a sus conversaciones, fue el pegamento de su amistad. Con la ilusión que sólo se puede tener con catorce años decidieron escribir un fanzine deportivo que redactaban y componían en sus casas y fotocopiaban "de contrabando" sus padres en el trabajo. Con el atrevimiento inconsciente de la edad se plantaron, magnetofón en mano, en el concesionario automovilístico de Fangio - el gran campeón argentino - para entrevistarle y fotografiarle. Fernán y el narrador compartían además su afición por los Beatles.
El recuerdo de aquella entrevista a Fangio - que encaminó la vida de ambos hacia el periodismo - es el pretexto que, cuarenta años más tarde, permite al narrador rememorar aquella amistad, que hoy se mantiene viva aunque, claro, no con la intensidad de la adolescencia. Lo hace mediante la contraposición de pequeños fragmentos en los que viaja al pasado y al hoy: una pregunta y su respuesta de la entrevista a Fangio, un recuerdo de aquellos tiempos, un comentario del presente, una cita, una referencia a los Beatles... El conjunto compone una lectura amable y con el tono suavemente nostálgico que le corresponde. Un buen pretexto para volver a aquel 1979 - qué buen año para cumplir quince - y a aquellos amigos, que sólo pueden ser inolvidables.
Eduardo Berti (Buenos Aires, 1964), periodista, es el autor de esta novela de fuerte aroma autobiográfico. Desde hace veinte años, Tusquets, Anagrama y otras editoriales han venido publicando las anteriores obras de Berti.

jueves, 11 de julio de 2019

Luis Landero, Lluvia fina

La lluvia fina también cala. Pero como no se nota puede resultar engañosa. Y todo tiene su punto de saturación, de modo que, expuestos continuamente a la lluvia fina, podemos acabar - lentamente - igual que si nos arrastrara una riada.
Aurora es maestra y, quizá por eso, tiene una gran capacidad para escuchar, para ser paño de lágrimas de los demás, para ser confidente de los secretos de todos. Los demás son Gabriel, su marido, y su familia: su madre y sus dos hermanas, Sonia y Andrea, y Horacio, exmarido de Sonia del que Andrea siempre estuvo enamorada.
La tormenta se desencadena porque Gabriel tiene la feliz idea de reunirlos a todos para celebrar el cumpleaños de la madre - ochenta -. De la última vez que se juntaron todos han pasado diez años; una noche de navidad que acabó en escándalo. En cuanto Gabriel llama a sus hermanas, todos se precipitan a hablar con Aurora. A través de estas conversaciones de confesionario arbitradas por Aurora, con paciencia y comprensión, conoceremos la historia familiar - compleja - y las distintas visiones, distorsionadas por el olvido y el recuerdo, que cada uno de ellos tiene de los hechos del pasado. Conoceremos también a cada uno de los miembros de esta familia - complejos, a su vez, todos ellos -.
En 1980 murió el padre, jovial y fantasioso, siendo los hijos todavía niños. La madre, practicante y callista, es una mujer fría de carácter serio, hosco. Una mujer sin nombre que inevitablemente nos parece una reencarnación de Bernarda Alba. Dos años más tarde monta una mercería y pone a trabajar en ella a Sonia, la mayor, y poco después, cuando ella tiene quince, le obliga a casarse con un hombre veinte años mayor, Horacio. Mientras, Gabriel, el pequeño, es el favorito, según sus hermanas, de la madre. Desde entonces, desde antes, desde la tierna infancia existieron las rencillas entre los tres hermanos y sus diferentes sentimientos hacia la madre. Bueno; esto es una manera de intentar resumirlo porque contado por cada uno de ellos podríamos verlo de otra manera. El caso es que Aurora es vaso que recoge todos estos enfrentamientos y tensiones y nuevos y atroces secretos desconocidos hasta ahora. Las cosas se tuercen y parece que la fiesta de cumpleaños no se celebrará. Además Aurora, naturalmente, tiene también su propia perspectiva y, sobre todo, sus propias decepciones y melancolías.
La madre siempre fue enemiga de fiestas porque, dice ella, después vienen siempre las tragedias. Sabiendo esto, a partir de aquí corresponde al lector exponerse a Lluvia fina (2019) de Luis Landero y decidir con cuál de las contradictorias versiones de cada episodio de la historia familiar se queda, qué opinar de cada uno de sus personajes de tan distintas personalidades, cómo acompañar a Aurora mientras le llueve encima. Exponerse a Lluvia fina resultará duro, pero, paradójicamente, podremos salir vivos sin tomar partido por nadie porque no es fácil empatizar con ninguno de estos personajes, ni siquiera con Aurora. Si el lector se expone a Lluvia fina podrá luego meditar sobre los asuntos de familia - siempre más complicados y/o turbios de lo que aparentan - y sobre la incomprensibilidad de la personalidad y el comportamiento humano. Aquí no podemos hacerlo más sin desentrañar la novela.
Lluvia fina es una novela que nos recuerda que ni las palabras ni los relatos son inocentes ni se las lleva el viento y que los recuerdos no siempre coinciden con la verdad. Una novela catártica que quizá es un poco densa en su nudo central pero muy interesante al comienzo e inolvidable al final.

miércoles, 3 de julio de 2019

Rafael Salmerón, El club

El club (Santillana, 2019), de Rafael Salmerón (Madrid, 1972), es una estupenda novela juvenil. Y lo es porque no cae en los tópicos habituales de la narrativa joven.
Es verdad que trata temas actuales y que los trata con la obvia intención de ser una novela dirigida al público adolescente, recomendada por los profesores de secundaria y de alcanzar las mejores ventas. Pero lo hace con inteligencia, con frescura, con un lenguaje creíble, con ritmo y dinamismo y evitando dar a sus lectores una lección de valores, una guía para comportarse con corrección política o una exhibición de aclaraciones sencillas no sea que como son menores además sean tontos. Y realmente tiene mérito hacerlo porque, con el conjunto de personajes que reúne (consiguiendo además que reunirlos resulte natural), hubiera sido muy fácil caer en el sermoncillo didáctico. Así, El club es una novela para el lector joven que puede leer con gusto el lector adulto.
Un grupo de alumnos del instituto ha recibido, cada uno en su momento, una misteriosa cita a través del guasap, han asistido a ella y se han unido al club. Un club cuyos miembros tienen en común sentirse acosados por sus compañeros de clase. Alba, la protagonista que el autor elige como eje articulador de la novela, es una chica de la que se ríen por su gordura. En en club encontrará a Mireia, cuya anorexia le ha llevado al borde del suicido, a Carlos, cuyo futuro deportivo se ha visto truncado por un accidente, a Juancho, que se enfrenta al reto de hacer pública su homosexualidad... y a Álex. ¿Qué pinta Álex en el club, siendo como es una alumna perfecta de calificaciones inmaculadas a la que todo el mundo admira? ¿Y quién ha dicho que los chicos perfectos no tienen problemas? A través de sus diálogos vivos y de las distintas perspectivas narrativas veremos cómo cada uno de ellos se siente y vive sus circunstancias personales y familiares y cómo el club les une y les fortalece.
El mérito de El club está en acercarse a temas tópicos y actuales - la anorexia, la diversidad sexual, los malos tratos, el acoso escolar... - con naturalidad, sin afectación, sin sensacionalismo, sin moralina barata.
Con la tecnología de Blogger.