jueves, 29 de marzo de 2018

Edgard Telles Ribeiro, La mesilla de noche

Vasili Pukirev, Matrimonio desigual (1862).
Fernando, director de cine y profesor universitario, se encuentra de manera casual con Andrea, actriz que trabajó en su única película. Las circunstancias del encuentro llevan a Andrea a hablarle de su tía abuela, a la que ha conocido hace pocos años y de la que ha heredado. Guilhermina, la tía abuela de Andrea, se casó en 1926, a los catorce años, con un anciano en un matrimonio concertado por sus padres. A su familia no se lo perdonó nunca. El sufrimiento de la noche de bodas tampoco se lo perdonó a su marido, al que mató tras siete años de pacientes y meticulosos planes. Viuda con poco más de veinte años, Guilhermina recorrió durante cuatro años Italia y Francia visitando a lejanos parientes. En su viaje por Europa conoció varios amores.
El interés de la historia de Guilhermina como base de un futuro guión - y el interés por Andrea - lleva a Fernando a iniciar - junto a Andrea - una investigación sobre la vida de Guilhermina que, a través de un juego polifónico de narradores, nos relata en La mesilla de noche (1991; Libros del Asteroide, 2007), que empieza así.
Una historia sencilla, con toques de realismo mágico, que atrapa al lector en una agradable lectura, aunque, quizás, pierde algo de interés a medida que avanza.
El novelista brasileño Edgard Telles Ribeiro, diplomático como su padre, nació en Valparaíso, Chile, en 1944. La mesilla de noche (1991; Libros del Asteroide, 2007) y Los años robados son las dos únicas de sus novelas publicadas en España.

miércoles, 21 de marzo de 2018

Parinoush Saniee, Una voz escondida



Unos padres ariscos tienen hijos ariscos. Esos niños recogen lo que sembráis.

En la fiesta de su vigésimo cumpleaños Shahab rememora su infancia; fue un niño que no hablaba y, aunque era muy inteligente y observaba y comprendía todo - o casi todo -, le consideraban tonto. Sabía hablar, pero le daba miedo hacerlo y su silencio era una respuesta a la incomprensión de los demás y a su desprecio. Sólo su madre, Mariam, le trataba con cariño y aun así en ocasiones le defraudaba. Y a su padre Shabab le consideraba su peor enemigo - El padre de ese otro, es el titulo original de la novela -. Sólo la intervención de su abuela y el momento de entrar en el colegio consiguieron que Shahab hablase.
Pero esta historia del niño que no hablaba, que conocemos a través de dos voces narrativas: las de Shabab y la de su madre, no es más que la anécdota que sirve a Parinoush Saniee para hablarnos del lugar de la mujer, del hombre y de la familia en la sociedad iraní.

Yo, que quería demostrar que no tenía nada que envidiar a los hombres; yo, asqueada por la vida de mi madre, que tenía que servir sin descanso a un marido y a cinco hijos varones que no dejaban de gritar; yo, que había estudiado más que ninguno de mis hermanos, que en la oficina rendía más que los demás, algo que todo el mundo me reconocía... ¿Cómo había acabado por convertirme en una vulgar ama de casa?

Naser era un hombre honrado, trabajador, el puntal de la familia, pero le faltaba algo, algo que tendría que haber aprendido de niño y que no le habían enseñado. No sabía expresar su amor, sus sentimientos. Para él, las demostraciones de afecto eran bobadas. Le daba vergüenza hablar de lo que sentía.

La distinta educación de hombres y mujeres, la frustración del ama de casa con formación académica - Diario de una ama de casa desquiciada -, la incomunicación en general y en particular entre los miembros de  una familia, los hombres que vuelven a casa cansados después de todo el día trabajando y piensan que eso es todo lo que pueden hacer por su familia, los hijos a los que se les exige las mejores notas y cuyas vidas carecen de sentido cuando la selectividad no les da para entrar en Medicina, las dificultades de un aborto clandestino, los matrimonios no deseados, las detenciones de parejas de enamorados que se hablan sentados en un banco del parque... ¿Salvo el último, asuntos del Irán islámico de los ayatolás que creemos cerrado y lejano o cuestiones universales que a todos nos resultan más o menos cercanas?
De todo ello nos habla Una voz escondida (2004; Salamandra, 2016) con un estilo sencillo que nos permite contemplar con ternura la historia de Shahab y nos invita a la reflexión. La novela fue llevada al cine en 2015.
Parinoush Saniee (Teherán, 1949) es socióloga. El libro de mi destino (2003), de gran éxito internacional, fue su primera novela.

martes, 13 de marzo de 2018

Richard Hull, El asesinato de mi tía

Edward, nuestro narrador, es un joven señorito cursi y ocioso - tiene un pequinés llamado Pichís; no hay más que decir - que, huérfano, vive en una mansión con su tía, una solterona de la que, por razones testamentarias, depende económicamente. Los padres de Edward murieron en extrañas circunstancias. Edward no soporta a su tía pues, según él, es una fisgona, no hace más que contrariarle y, lo peor de todo - esto sí que es verdaderamente insoportable - vive en un pueblo de Gales. Gales en general y el pueblo en particular es un lugar horrible donde todo son cuestas hacia arriba y hacia abajo y donde todo está siempre húmedo porque nunca deja de llover. Un lugar - como todo el imperio británico - remoto de la civilización: Francia. Ni siquiera Pichís y las novelas francesas que Edward lee a todas horas le alivian de soportar a su tía que le ata a este lugar horrible. Pero si la tía muriese, Edward heredaría, tendría dinero y podría por fin huir del odioso Gales. Así que Edward comienza a planear la manera de asesinar a su tía.
Que Edward sea el narrador de El asesinato de mi tía (1934; Alba, 2018) no evita que comprendamos que es un niñato y que su tía pretende que tenga un trabajo - ya que no le fue bien en los estudios - y adquiera de una vez algo de responsabilidad. En la quinta y última parte de la novela la voz narrativa pasa a la tía Mildred que se encarga de matizar lo que con tanto celo Edward había escrito en su diario, de contarnos el final de las peripecias de su sobrino y de presentarnos el giro final de la novela que, como buenos lectores, debemos considerar inesperado e ingenioso.
Richard Henry Sampson, que firmó como Richard Hull, (Londres, 1896 - 1973), alcanzó con su primera novela, El asesinato de mi tía (1934; Alba, 2018), su mayor éxito. Se trata de una novela que sale de los esquemas habituales de la novela policiaca de la época al carecer de detective; digamos que es original aunque sin llegar a anticipar el thriller psicológico u otros caminos de la novela criminal que tiene al asesino como narrador. Con ojos de hoy más parece una novela humorística, pues encontramos en ella el inevitable y fino humor británico, que una novela policiaca. Está bien para pasar el rato con una lectura agradable y sin complicaciones.

lunes, 5 de marzo de 2018

Josefina R. Aldecoa, Historia de una maestra


Yo me decía: No puede existir dedicación más hermosa que ésta.


Historia de una maestra (Anagrama, 1990) es un homenaje a las maestras - y maestros - que intentaron llevar a cabo el sueño pedagógico de la Segunda República. Josefina Rodríguez Álvarez (La Robla, 1926 - Mazcuerras, 2011) fue hija y nieta de maestras, dedicó su vida a la pedagogía y fundó el colegio Estilo, cuyo proyecto educativo se inspira en el legado de la Institución Libre de Enseñanza. Se casó con el escritor Ignacio Aldecoa; a su muerte en 1969 adoptó su apellido como nombre literario. Josefina R. Aldecoa formó parte, en León, del grupo creador de la revista Espadaña. En Madrid, desde 1944, mantuvo relación con los principales escritores de la generación del medio siglo. En los años ochenta escribió novelas como Los niños de la guerra o Porque éramos jóvenes. Con Historia de una maestra inició una trilogía que completan Mujeres de negro y La fuerza del destino.
Gabriela López Pardo es la protagonista de Historia de una maestra. La acompañamos, en sus distintos destinos, desde el día en que acabó la carrera hasta los primeros días de la guerra civil, en un relato que en 1989, a partir de sus recuerdos, dirige a su hija.

Entre la incapacidad de expresión oral y la poca necesidad de comunicación que tenían mis nuevos convecinos, transcurrían los días en un aislamiento parecido al de Robinson Crusoe.

- Y qué tienen que aprender las mujeres - dijo -. Tarea les sobra con atender la casa y los animales.

Es emocionante compartir con Gabriela sus primeros destinos en inhóspitos lugares de las montañas leonesas e, inesperadamente, en Guinea (el comienzo del sueño, primera parte de la novela), de vuelta en el mundo rural, conocer al maestro del pueblo de al lado, Ezequiel, y casarse con él e intentar juntos poner en práctica la propuesta educativa de la República recién nacida (el sueño; segunda parte), y, finalmente, el destino compartido por el matrimonio en un pueblo minero (el fin del sueño; última parte). Los maestros rurales, la escuela unitaria, el mundo sin luz eléctrica, la coeducación, las clases para adultos, la escuela laica, los caciques, los curas, los alcaldes, la ignorancia... Una hermosa historia, que nos hace recordar Una temporada para silbar. Pero una historia en la que, desde las simbólicas fechas en que Gabriela obtiene el título o en que nace su hija, pesan más la estructura narrativa y los momentos históricos a los que se quiere ligar que la fuerza de los personajes.
El sueño pedagógico de la República se frustró y hoy el sistema educativo sigue lejos de alcanzar los ideales krausistas. Sin embargo, no es extraño escuchar comentarios repugnantes como los que escuchaba Gabriela:

- Al principio te será difícil pero ya te irás acostumbrando. Los chicos son como animales pero hay que domarles. Y cuando no respondan, palo...
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