martes, 29 de agosto de 2017

Goran Vojnovic, Yugoslavia, mi tierra

Carretera de Zagreb a Liubliana el 5 de julio de 1991.
Porque era un país "no alineado", porque siempre eran los mejores en cualquier deporte de equipo, porque tenían una habilidad insólita para hablar perfectamente cualquier idioma en cuatro días, Yugoslavia contaba con nuestra simpatía. De manera que, sin un conocimiento profundo del puzzle de pueblos, etnias, religiones, culturas, lenguas y dialectos que formaban aquella república mediterránea, cuando hace veinticinco años - o poco más - descubrimos con sorpresa que una guerra era posible en el corazón de Europa, vimos - al margen de razones e intereses de unos y otros - con tristeza su desmembración.
Así, con nostalgia de la Cibona, la Metaloplastika o el Estrella Roja - campeón de Europa en 1991 -, esperamos encontrar en Yugoslavia, mi tierra (2012; Libros del Asteroide, 2017) una explicación de cómo y por qué desapareció Yugoslavia. Pero lo que encontramos en la novela de Goran Vojnovic (Liubliana, 1980) es mucho más que eso.
Desde su título pretende este blog, humildemente, hablar de cómo la literatura nos cambia - toda lectura nos aporta un conocimiento o una reflexión - y hemos hablado aquí de libros que tienen ese poder y de novelas que nos hablan de personajes a los que, como a cualquiera de nosotros, un acontecimiento les cambia la vida radicalmente. Yugoslavia, mi tierra es ejemplo de todo ello. No puede dejarnos indiferentes pues es de esas novelas que obligan a devorarlas y, al mismo tiempo, a pausar la lectura para empatizar y sufrir con sus personajes.
La vida de Vladan Borojevic quedó marcada a finales de junio de 1991. Tenía sólo once años. Nacido en Pula, Croacia, era hijo de eslovena y serbio - de madre húngara -. Su padre, coronel del ejército yugoslavo, recibió la orden fulminante de trasladarse con su familia a Belgrado. Llegados a Belgrado, Vladan no volvió a ver nunca más a su padre. Durante un tiempo el padre llamaba regularmente a su madre; conversaciones de todo se resolverá pronto, monosílabos y silencios. Madre e hijo se trasladan poco después a Novi Sad, a casa de unos familiares del padre y, luego a Liubliana, a casa de los abuelos maternos, con los que ella no había tenido contacto desde que se fue de casa y se casó con su teniente. Instalados finalmente en su propio piso, en un barrio de inmigrantes serbios y bosnios, en febrero de 1992, su madre le dijo a Vladan que su padre había muerto. Dieciséis años más tarde a Vladan se le ocurre buscar a su padre en google y descubre, estupefacto, que no murió; está vivo, es un criminal de guerra perseguido por el Tribunal de La Haya. Vladan inicia entonces la investigación y el camino para encontrar a su padre. En ese viaje encontraremos las explicaciones de unos y otros de qué pasó en Yugoslavia y Vladan se enfrentará a dilemas morales que no había previsto; si encuentra a su padre y habla con él, como desea, ¿debe perdonarle sus crímenes?, ¿debe informar de su paradero o de lo contrario sería su cómplice?
La novela, mientras Vladan atraviesa carreteras de Eslovenia, Croacia, Bosnia y Serbia encontrando pistas de su padre quizá con demasiada facilidad, viaja del presente al pasado buscando las respuestas que Vladan tanto necesita sobre qué pasó con su familia, qué pasó con Yugoslavia, quién es él verdaderamente, quién le robó el mes de abril...
Buscamos muchas veces en el silencio la manera de evitar los problemas. Pero con frecuencia los silencios nos dañan más que las palabras. Porque del silencio nace la incomprensión. El silencio marcó la dura relación entre Dusa, la madre de Vladan y su autoritario padre. El silencio del general Nedeljko Borojevic, intentando proteger a su mujer y a su hijo de los acontecimientos, le alejó de ellos para siempre. El silencio de Dusa para proteger a Vladan de la verdad no fue comprendido por Vladan, que no tenía edad para comprenderlo, y provocó que se pasara la adolescencia odiando a su madre y que luego su relación sea casi inexistente. Criado entre silencios, endurecido e insensible, Vladan ni siquiera es capaz de decirle a su novia, con la que convive, que la quiere y sus silencios cuando descubre que su padre está vivo, a pesar de los esfuerzos de ella, acaban afectando a su relación. Pero Vladan es cualquier cosa menos duro e insensible y por eso sufrimos con él y con Dusa viendo como el silencio ha destrozado sus vidas sin que ellos pudieran poner remedio.
Yugoslavia, mi tierra, la segunda de las tres novelas de Goran Vojnovic - llevada a la escena en Eslovenia en 2015 - es la única publicada en España.

lunes, 21 de agosto de 2017

Jussi Adler Olsen, Expediente 64

Mujeres en la isla de Sprogo.

Que te condenen a vivir en una isla desierta hasta que te pudras. Los daneses no somos ni una pizca mejores que los que más odiamos. Somos como quienes lapidan a las mujeres infieles, como los nazis, que asesinaban a los retrasados y a otros disminuidos graves. Lo que ocurría en Sprogo ¿no podría compararse acaso con los denominados hospitales mentales soviéticos para disidentes o las instituciones para el tratamiento de disminuidos mentales en Rumanía? Pues claro, porque no somos un carajo mejores que ellos, ¿vale?

Entre 1921 y 1961, siguiendo las teorías eugenésicas del doctor Christian Keller, se mantuvo abierto en la isla de Sprogo un centro donde se internaba a mujeres - consideradas prostitutas o retrasadas mentales - al objeto de ser esterilizadas y evitar que pudieran tener descendencia. Por el bien de la sociedad danesa, naturalmente. Esta historia poco conocida, junto a la preocupación por la irrupción de partidos políticos racistas en Dinamarca, es el objeto de denuncia de Expediente 64 (2010; Maeva, 2013), la cuarta novela de la serie del Departamento Q de Jussi Adler Olsen.
Expediente 64 sigue, claro está, el esquema narrativo de la serie, de manera que la narración salta entre el presente - noviembre de 2010 - y el pasado - fundamentalmente el verano de 1987 -. En torno a la trama principal, continuamos conociendo las peculiaridades de Rose y Assad, los ayudantes de Carl Morck, éste llega a un acuerdo de divorcio con Vigga, nace una esperanza de recuperación para Hardy, surgen novedades sobre el tiroteo que sufrieron Morck, Hardy y Anker, Assad y Morck viven momentos en que su vida está en grave peligro... Adler Olsen maneja el esquema con eficacia y nos guarda una sorpresa final. Aunque quizá, en esta ocasión, pesa más la intención de denuncia que la investigación policial.
La investigación se centra en la desaparición de cinco personas con cierta conexión entre ellas. Las cinco desaparecieron el 4 de septiembre de 1987. No puede ser casual. Las pesquisas llevan al departamento Q hasta Curt Wad, un anciano doctor que acaba de presentar el partido Ideas Claras y durante años ha dirigido las ocultas actividades de La Lucha Secreta, con cuya labor se relaciona lo ocurrido en Sprogo, y a Nete Hermansen, la primera joven a la que el ginecólogo Wad atendió como consecuencia de un aborto, que acabó recluida en Sprogo.
Merece la pena, como hemos dicho en ocasiones anteriores, seguir al departamento Q incluso a pesar de que cumple la absurda ley no escrita que obliga a que las novelas alcancen al menos las quinientas páginas. 

domingo, 13 de agosto de 2017

Craig Johnson, Una muerte solitaria

Vascos en Buffalo, Wyoming, en los años sesenta.
Apenas un mes más tarde de los acontecimientos de Fría venganza, en medio de una nevada prenavideña, en la residencia de ancianos de Durant muere Mari Baroja. Todo indica que de muerte natural. Pero Lucian Connally, el viejo sheriff jubilado, ayudante ahora los fines de semana, insiste a Longmire en que investigue la muerte como un caso de asesinato. Efectivamente se trata de un asesinato. Un crimen que, como en las otras novelas de la serie, nos lleva al pasado, a una turbia historia que se inicia en 1950 cuando Mari Baroja y Lucian Connally estuvieron tres horas casados hasta que la familia de ella les encontró. Si en Fría venganza el pasado nos ayudaba a conocer a la comunidad india de Absaroka, en Una muerte solitaria (2006; Siruela, 2013) nos enfrentamos al pasado oculto de Lucian, a una oscura historia de malos tratos, a un vivo que resulta estar muy muerto, a la herencia de mucho dinero precedente de la industria gasística, y a la presencia de la comunidad vasca de Wyoming (con alguna referencia a ETA incluida).
La investigación del caso Baroja (así comienza), salvo en su desenlace, no agarra al lector sin soltarle, pero lo que nos cautiva es el paisaje y el paisanaje de Absaroka, el condado - ficticio - menos poblado del estado menos poblado de la Unión. El paisaje que imaginamos impresionante entre las montañas Big Horn y el parque nacional de Yellowstone. El paisanaje pintoresco; blancos, indios, mestizos - perdón, biculturales - y... vascos. Paisanaje que se refleja bien en los protagonistas de la serie (de los que ya hemos hablado anteriormente), solitarios que forman un excelente equipo solidario; Walt Longmire, en la cincuentena, con casi un cuarto de siglo en el cargo de sheriff, su hija Cady, que visita Absaroka cuando puede, Henry Oso en Pie, el amigo fiel de Longmire, Vic, la magnífica policía malhablada, Lucian, el viejo gruñón educado en la dureza del Oeste, Ruby, la competente secretaria al borde de la jubilación, Dorothy, la camarera de "La abeja hacendosa" donde Longmire siempre toma lo de siempre, y Santiago Saizarbitoria, el nuevo ayudante del sheriff, que se incorpora al equipo en esta novela, representante de la comunidad vasca. Todos ellos constituyen un grupo que resulta entrañable al lector e hace irresistible para el buen amante de la literatura criminal contar con los personajes de Craig Johnson, Walt Longmire y los suyos, entre sus detectives favoritos.

sábado, 5 de agosto de 2017

Jonathan Trigell, Niño A

Escena de Boy A (2007).
Desde A de Alimaña a Z de Zozobra - y con los correspondientes saltos temporales -Niño A (2004; Sajalín, 2010)  nos relata en veintiséis capítulos la historia de Jack Budrrige, un chico de veinticuatro años que sale a la calle con una identidad falsa tras haber permanecido encarcelado desde que con doce años, y en compañía del niño B, asesinó a una compañera de colegio. B era un chico con graves problemas familiares y A sufría una severa situación de acoso escolar. De manera que A y B se convirtieron en alumnos que faltaban a clase casi a diario, para alivio de sus profesores, y que callejeaban y se divertían rompiendo mobiliario urbano, robando caramelos... hasta que un buen día asesinaron a Ángela. Naturalmente la brutalidad del crimen dio alas a la prensa sensacionalista - The Sun - y a los instintos más primarios de la sociedad. De manera que la identidad de estos menores debió ser protegida por las autoridades con los sobrenombres de niño A y niño B. A pesar de su edad fueron juzgados, pues la ley británica lo permitía, y condenados.
Al cabo de doce años de internamiento en centros de menores y otras instituciones penitenciarias, el niño A va a salir en libertad - B apareció ahorcado un día en su celda, presunto suicidio -. La prensa y la sociedad no han olvidado el crimen, de manera que para su reinserción se ha creado un nueva vida e identidad para A: Jack Burridge, un joven con antecedentes por algún robo menor, recién llegado a Manchester donde tendrá un trabajo de repartidor. En esta nueva vida Jack estará acompañado por su tío Terry. Terry es en realidad el asistente social que se ha ocupado de él desde que fue detenido. Entre ellos se ha forjado una excelente relación durante esos años. Terry es un hombre entregado a su trabajo que ha descuidado su vida familiar. La vida no va a ser fácil para Jack; la prensa pretenderá localizarle, vivirá siempre bajo el temor de ser reconocido o de equivocarse sobre su falsa vida, bajo la obligación de vivir siempre en una mentira que no puede desvelar, y, además, puesto que fue encerrado siendo un niño y sale a la calle siendo un joven veinteañero, ha pasado encarcelado toda su adolescencia de manera que son muchas las cosas de la vida que ignora, empezando por las referentes al amor y al sexo, y tampoco está acostumbrado a beber alcohol.
Sin duda el niño A cometió un horrendo crimen, pero el joven Jack es un muchacho débil que se esfuerza por hacer las cosas bien y que, inevitablemente, resulta simpático al lector, que le coge afecto al margen de su pasado. Nos recuerda así a Little boy blue. Son muchas las cuestiones sobre las que Niño A nos obliga a reflexionar; las obvias sobre los delitos y las penas, la responsabilidad penal de los menores, la reinserción, etc., pero también sobre las relaciones familiares, el papel de padres y profesores en la educación, el de las personas como Terry entregadas a su trabajo, la dificultad de vivir una identidad falsa, la relación entre mentira y amor, el lugar de la prensa sensacionalista...
El asesinato de un niño de dos años a manos de otros dos de diez en Liverpool en febrero de 1993, un caso que conmocionó al Reino Unido y al mundo, inspiró a Jonathan Trigell (Welwyn Garden City, 1974) al escribir Niño A, su primera novela.
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