jueves, 30 de marzo de 2017

Donna Leon, La otra cara de la verdad

En una cena en casa de sus suegros, Brunetti conoce a Franca Marinello, la joven segunda esposa de un empresario rico y mayor. Se trata de una rubia que no responde al tópico de mujer joven despampanante que se casa con viejo millonario; lee a los clásicos latinos. Por otra parte, Franca carga con un rostro horrible a consecuencia de fallidas operaciones de estética.
Un mayor de carabinieri que solicita ayuda a Brunetti en una investigación sobre el tráfico ilegal de residuos químicos, hospitalarios y nucleares, aparece muerto unos días más tarde.
En la investigación de este crimen se cruzará la figura de Franca Marinello. Surgirá entonces la otra cara de la verdad; las cosas no son lo que parecen, tampoco la causa de la desfiguración del rostro de la mujer. Como es habitual, Brunetti se las apañará para resolver el caso de manera honesta pero también "amable".
En La otra cara de la verdad (2009; Seix Barral, 2010), su decimoctava aventura, el comisario Brunetti cobra más protagonismo del habitual, pues el que acostumbran a tener su familia y sus compañeros queda eclipsado por el de Franca. Donna Leon, a estas alturas de la serie, he demostrado ya su sobrada capacidad para manejar la fórmula y el mundo Brunetti aunque cada vez se ve más obligada a atemporalizar los casos pues, al cabo de dieciocho novelas a una por año, Brunetti debería ser un abuelo al borde de la jubilación. Como siempre, una buena novela negra de tono suave pero denuncia grave - el tráfico de residuos peligrosos hacia países del tercer mundo -.

miércoles, 22 de marzo de 2017

Ralf Rothmann, Morir en primavera

En febrero de 1945 todo el mundo desea que los americanos avancen más rápido que los rusos y que la guerra acabe pronto, aunque, naturalmente, nadie lo dice en voz alta. Walter y Fiete son dos amigos de diecisiete años que han encontrado trabajo ordeñando vacas en una granja. Ellos también desean que la guerra acabe, pero un día son obligados a alistarse en las Wafen-SS. Tras las breves semanas de instrucción, son enviados al frente húngaro; Fiete irá a primera línea y Walter, que ha sacado el carnet durante la instrucción, servirá como conductor. Mientras Walter, más tranquilo y juicioso, intenta sobrevivir al poco tiempo que quede de guerra, Fiete, inteligente, inquieto, amante de la poesía, pero imprudente, pensará siempre en desertar y volver a casa. ¿De qué sirve ser listo si eres imprudente?, le dirá uno de los personajes a Walter respecto a Fiete. Fiete desertará, será detenido y condenado. Walter, en cambio, conseguirá acabar la guerra disparando un solo tiro. Pero será un tiro trascendente (del que aquí no debemos hablar, aunque nos muramos de ganas de hacerlo). Walter, tras la guerra, trabajará en las minas de la cuenca del Ruhr y morirá a finales de los años ochenta. Poco antes, tras tantos años de silencio casi absoluto, impelido por su hijo a contar lo que vivió en la primavera del 45, le respondía: "¿Para qué? ¿No te lo he contado ya? El escritor eres tú".
Hoy, ya lo hemos comentado en otras ocasiones, la literatura sobre la guerra es antibelicista y se "complace" en mostrarnos los horrores de la guerra. Morir en primavera lo hace con un estilo muy cuidado y, a la vez, muy sencillo. La historia de estos dos muchachos - la literatura antibelicista - no necesita retoricismos para conmovernos; la sencillez, el relato desnudo, los personajes vulnerables son, lógicamente, más eficaces.
Aunque hoy haya renunciado al canto épico de los héroes guerreros, la novela bélica es, en si misma, novela de aventuras - las inevitables vicisitudes que sufren los soldados -, novela de aprendizaje - el curso forzoso y acelerado sobre la vida que los jóvenes enviados al frente reciben (tanto sobre lo trascendente, la muerte y sus horrores, como sobre lo mundano, los primeros escarceos sexuales con los que sus piadosas novias les despiden sin saber si volverán a verlos algún día) -, y novela de viajes - los propios de los movimientos de las tropas o, por ejemplo, el que durante un permiso Walter realiza en moto recorriendo los cementerios del frente intentando encontrar la tumba de su padre caído unas semanas antes -.
Como sabemos, el nazismo y la barbarie que generó provocaron en Alemania un sentimiento de culpa colectiva que heredaron los hijos y nietos de los que vivieron aquellos tiempos. Hace unos años, en 2008, El lector, de Bernhard Schlink, entre otros asuntos interesantes sobre los que reflexionar, nos trajo la cuestión de esta preocupación. Es un asunto muy serio, y como demuestra Morir en primavera (2015; Libros del Asteroide, 2016), plenamente vivo.
El silencio, el miedo absoluto a hablar, especialmente sobre los muertos, es un vacío que tarde o temprano la vida termina llenando por su cuenta con la verdad.
Morir en primavera es la única novela de Ralf Rothmann (Schleswig, 1953) que, además de entroncar con la preocupación por el silencio y la culpa, bien nos recuerda también la temprana novela, de contenido autobiográfico, de Manfred Gregor El puente (1958), llevada magistralmente al cine un año más tarde por Bernhard Wicki. El puente y Morir en primavera, con sus frágiles adolescentes reclutados en el último minuto, nos hablan del mayor horror de la guerra; la de tantas vidas de jóvenes muchachos truncadas en la flor de la juventud, las de tantas vidas, apenas iniciadas, que nunca serán.

martes, 14 de marzo de 2017

Daniel Katz, Mi abuelo llegó esquiando

En realidad fue el bisabuelo quien llegó esquiando - y escapando -, desde Siberia - donde cumplía condena por contrabandista -, a casa de su hijo, el abuelo Benno, en Helsinki. Eso fue a principios del siglo XX, cuando Finlandia formaba parte de la Rusia zarista y Benno fue llamado a filas para luchar contra Japón a pesar de su estatura. La de Benno es una familia rusa de origen judío que se estableció en Finlandia; se casó con la abuela Wera, personaje tan impagable como Benno, judía finlandesa que se enamoró de él por una fotografía. Con un peculiar sentido del humor - humor nórdico debe ser porque recuerda al de las novelas de Jonas Jonasson - el narrador de Mi abuelo llegó esquinado (1969; Libros del Asteroide, 2011) nos relata las peripecias de su historia familiar, marcada por las guerras del siglo XX; la de Rusia y Japón al inicio del siglo y la primera y la segunda guerras mundiales. Y atravesada por la historia de Finlandia, parte de Suecia hasta que se incorporó al imperio zarista e independiente desde 1917 tras la revolución soviética.
Los dieciséis relatos que conforman el libro se estructuran en tres partes; el abuelo Benno, con su peculiar constitución física y su ingenio, es el gran protagonista de la primera. En la segunda la acción transcurre en los años de la Segunda Guerra Mundial, cuando Arje, el hijo de Benno, se encuentra en la paradójica situación de ser un soldado finlandés - judío, de padre ruso - que lucha junto al ejército alemán contra el soviético mientras teme que se descubra que su familia es judía y prepara la huída de sus viejos padres, su mujer y sus hijos - el narrador - a Suecia comprando el petróleo necesario para el viaje a soldados alemanes que visitan la casa familiar. La tercera parte, dispersa y menos interesante, se centra en recuerdos y reflexiones del narrador, como la divertida disputa entre la ortodoxia judía y las circunstancias bélicas que llevó a celebrar la circuncisión de su hermano mientras las bombas hacían temblar los edificios y las manos del oficiante.
Se trata quizá, en el fondo, de un relato triste de guerras, judíos errantes y países fríos, pero contada de manera divertida y llena de personajes inevitablemente simpáticos. Y que nos deja un repaso de la historia de la primera mitad del siglo veinte y un catálogo etnográfico de pueblos de Europa y de Asia cuya existencia siempre habíamos ignorado (calmucos, ingrios, cherquesos, tréveros, nervios, senones, vogulos, maris, komis, carelianos...).
Daniel Katz, como el narrador de esta novela, es judío y nacido en Helsinki en 1938. Mi abuelo llegó esquiando es su única obra publicada en España.

domingo, 5 de marzo de 2017

Armin Öhri, La musa oscura

Jakub Schikaneder, Asesinato en la casa (1890).
El día en que la iban a matar Lene Hulm se levantó a las once de la mañana, se dirigió a su trabajo en el matadero y, tras la jornada de los matarifes, recogió y limpió los desperdicios. Al anochecer ejerció la prostitución en un parque; su complemento salarial. Y luego volvió a su casa y fue asesinada por su vecino, un distinguido profesor universitario. Berlín, 12 de julio de 1865.
Unas semanas más tarde, en agosto, se celebra el juicio, en apariencia sencillo, pues se trata de un caso probado. Sin embargo, el acusado, profesor de filosofía, dirige su propia defensa y mediante la aplicación de la lógica y de la ley, consigue invalidar las pruebas del crimen e, incluso, la identificación del cadáver. Sin móvil, sin pruebas y sin cuerpo del delito, no hay delito. Dos meses después del crimen conoceremos el móvil del asesino; tiene una apuesta con un amigo, comisario de policía, que consiste en demostrar cómo se puede cometer el crimen perfecto. A partir de aquí, nos encontraremos con un final con unas cuantas sorpresas.
Sobre esta trama, Armin Öhri (Ruggell, 1978) ha construido una novela, concienzuda y  trabajada,  absolutamente decimonónica, bajo la que subyace un amplio estudio y conocimiento del Berlín, la historia, la ciencia y la sociedad del siglo XIX y de la que rebosan datos que demuestran ese conocimiento. Pero lo hacen de manera fluida sin resultar culturalista ni pedante. Indaga, pues, Öhri en el camino reciente de la novela criminal ambientada en contextos históricos. En este caso en el siglo XIX como lo hace también Jerónimo Tristante.
Julius Bentheim es el protagonista de La musa oscura. Es un joven estudiante de Derecho que se gana un dinero trabajando para la policía dibujando los escenarios de los crímenes (la fotografía entonces sólo es posible si la luz es abundante). Julius realiza los dibujos de la escena del crimen de Lene y asiste a todas las sesiones del juicio. Acompañado siempre por su divertido amigo Albrecht Krosick, en la parte final de la novela descubre todos los misterios del caso. No falta en la novela el toque romántico; Julius y su amada Filine se quieren pese a al feroz oposición del padre de ella, pastor protestante.
La musa oscura (2012; Impedimenta, 2016) es la única novela de Öhri publicada en España. Es una buena e interesante novela, original en su planteamiento y en su estilo decimonónico - una propuesta distinta dentro del género criminal -, excelente en su ambientación histórica y en sus capítulos iniciales, amena y ágil en su parte más extensa - el juicio, que nos recuerda otros magníficos juicios cinematográficos y teatrales -, y correcta en su resolución rápida, intelectual y sorprendente. Nos deja a la expectativa de los futuros casos de Julius Bentheim, ambientados en una época en la que los cuerpos de policía, la criminología y la medicina forense estaban en mantillas.

- Los libros pueden ser peligrosos, Albrecht. Le pueden llevar a uno a hacer las cosas más horribles. ¿Recuerdas las lecturas de Bissing de estos últimos días y semanas? Poe, Hugo, Dumas. Todos escribieron sobre personas enterradas o emparedadas en vida.
- No pensarás que...
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