miércoles, 28 de diciembre de 2016

Arnaldur Indridason, La voz


No existe nada tan horrible como someter a los niños a un disciplina férrea y plantearles exigencias imposibles de satisfacer (....). De lo que estoy hablando es de cuando no se deja a los niños que sean niños. Cuando no se les deja disfrutar de ser lo que son y de lo que quieren ser, sino que se les obliga e incluso se les fuerza a ser una cosa distinta".

Unos días antes de Navidad el portero de un importante hotel de Reikiavik aparece asesinado a cuchilladas, vestido únicamente con una chaqueta de Papá Noel y un condón. Erlendur Sveinsson se enfrenta a la investigación de este crimen instalándose, inesperadamente, como huésped del hotel ante la perspectiva de estar en casa en esos días. La investigación del crimen parece avanzar dando palos de ciegos, pero, no obstante, se resuelve en pocos días y concluye el día de Nochebuena. Por el camino descubrimos que el solitario portero fue, en su adolescencia, un niño cantor de coro con una privilegiada voz que le permitió grabar dos discos en solitario. Pero la voz le cambió y acabaron su minuto de gloria y las expectativas por las que su padre tanto había trabajado.
Así, La voz aborda la temática de la niñez, de los niños extremadamente exigidos por sus padres, de los niños maltratados por los padres, de la difícil relación entre padres e hijos. Porque, paralelamente a la investigación, sabemos del juicio contra un padre que, presuntamente, maltrató a su hijo - un caso llevado por Elinborg, la ayudante de Erlendur -, profundizamos en la relación de Erlendur con su hija Eva y en por qué Erlendur abandonó a su mujer y sus hijos pequeños y Erlendur nos desvela un hecho trascendental de su infancia que marcó toda su vida posterior (la desaparición de su hermano cuando él tenía diez años).
La mujer de verde, una magnífica novela, publicada por RBA en 2009 (un año antes la publicó Círculo de Lectores bajo el título Silencio sepulcral) dio a conocer en España, al calor de Millenium y de Mankell, a Arnaldur Indridason (Reikiavik, 1961) y a su inspector Erlendur, un hombre un tanto hosco y solitario, con una problemática relación con su hija drogadicta. Erlendur había protagonizado antes otras tres novelas; las dos primeras no han sido traducidas al castellano y la tercera, Las marismas, publicada por RBA en 2006, no está a la altura de La mujer de verde. La voz (2002; RBA, 2010) es la quinta novela de la serie. Serie que se inscribe en el subgénero de la novela de procedimiento policial cuyas características marcaron Maj Sjöwall y Per Whalöö; un buen policía, con una complicada vida personal, que trabaja con paciencia y en equipo.

martes, 20 de diciembre de 2016

Jonas Jonasson, La analfabeta que era un genio de los números

El abuelo que saltó por la ventana y se largó resultó un éxito de tal calibre y una novela tan divertida que resulta inevitable acercarse a La analfabeta que era un genio de los números (2012; Salamandra 2013) con el prejuicio de que necesariamente será peor y más de lo mismo.
Efectivamente, La analfabeta... repite el esquema y el humor de El abuelo..., pero lo hace sin decepcionarnos aunque siendo, claramente, una novela  peor que El abuelo...
Nombeko, la protagonista es una chica nacida en Soweto en 1961, en los peores momentos del apartheid. Mantiene a su madre alcohólica con su trabajo; recoge excrementos de las letrinas. Su natural y sorprendente capacidad para realizar cálculos matemáticos y, claro está, las increíbles casualidades que ocurren en las novelas de Jonas Jonasson (Väjxö, 1961) harán que acabe llegando a Suecia en 1987 acompañada por una bomba atómica inexistente - pero real -. Pasará los siguientes veinte años intentando deshacerse de la bomba en compañía de Holger, un hombre inteligente que no existe oficialmente, su tonto hermano gemelo - que si existe - empeñado en la labor, heredada del padre, de acabar con la monarquía sueca, y la novia de éste, una alocada antisistema. Como secundarios; políticos reales como el presidente sudafricano, el de China, el primer ministro y el rey de Suecia...
La novela no defrauda porque consigue lo que pretende; hacernos pasar un buen rato sonriendo ante las disparatadas aventuras de la simpática Nombeko. Y no defrauda porque, como podría sospecharse, queda lejos de los valores literarios y humorísticos, de la carcajada continua, de El abuelo... Carece del factor sorpresa con el que nos llegó la primera y su trama es más floja. No obstante, el estilo de Jonasson permite que sigamos con una sonrisa los avatares de la vida de Nombeko mientras - seguramente es su mejor acierto - hace un repaso irónico y divertido de los más significativos acontecimientos de la política internacional, y sus contradicciones, del último medio siglo.
Jonas Jonasson busca aprovechar el filón de El abuelo... y hacer caja. Cierto; lo deja claro desde el mismo título y lo hace honestamente pues no pretende engañar a nadie y se vale de un estilo original propio. Mucha gente en la vida intenta hacer caja; nada hay que reprochar a Jonasson que aprovecha el tirón de su original primera novela y lo hace con otra suficientemente digna. La analfabeta que era un genio de los números es, pues, una novela para leer sin otra intención que evadirse de los problemas cotidianos y pasar un buen rato leyéndola sin buscar pretensiones literarias más profundas. Hay momentos para todo y novelas para cada momento.

lunes, 12 de diciembre de 2016

Giorgio Fontana, Muerte de un hombre feliz

El magistrado Francesco Coco, asesinado en 1976.
Quieren hacer la revolución, pero lo único que han conseguido es matar gente".
Giacomo Colnaghi, de treinta y siete años, padre de dos niños, católico, de origen humilde, aficionado al fútbol - interista - y al ciclismo, vive en Saronno, a las afueras de Milán, es magistrado (fiscal) en el Palacio de Justicia de Milán y se ocupa de la lucha antiterrorista. El trabajo absorbe su tiempo y él desatiende a su familia; se ha visto obligado a alquilar un piso en la capital y sólo vuelve a casa los fines de semana. Su mujer le necesita, pero hay cosas, como le dice su madre, que los hombres no entienden; por ejemplo, la espera inquieta e insomne de las mujeres aguardando la llegada del marido o del hijo que se retrasan al regresar a casa.
Colnaghi tiene siempre presente a su padre - guarda una nota suya en la cartera -, que murió cuando él apenas tenía unos meses, en 1944; un joven feliz que quería por encima de todo a su mujer y sus hijos, que simpatizó con el comunismo, se hizo partisano durante la ocupación alemana y acabó siendo detenido y ejecutado por los fascistas.
Es el verano de 1981. Las Brigadas Rojas y otras organizaciones de izquierda matan por entonces decenas de personas cada año. A esas víctimas hay que añadir las del terrorismo fascista (el atentado en la estación de Bolonia en agosto del año anterior). Colnaghi no tiene escolta - no quiere tenerla - pero sabe que cualquier día él, o cualquier otro magistrado, puede ser objetivo de un atentado. Como los son el médico de ideología derechista cuyo asesinato investiga Colnaghi o profesores de universidad como Guido Galli, asesinado en 1980 a la puerta del aula en la que acababa de dar clase (inevitable recordar a Ernest Lluch o a Francisco Tomás y Valiente). Sabe también que la venganza y el odio no serán nunca el camino para acabar con la violencia; la violencia y la venganza sólo pueden crear un espiral infinita. ¿Cómo conseguir el diálogo y el perdón?, ¿cómo conseguir comprender las "razones" de los que matan, que son personas que pueden tener el mismo origen o los mismos estudios que uno mismo y, sin embargo, se han convertido en asesinos y "están convencidos de que son buenos"?, ¿sólo comprendiendo esas razones podrá acabarse con el terrorismo?, ¿cómo debe ejercerse la justicia?...
Muerte de un hombre feliz (2014; Libros del Asteroide, 2016) narra la muerte de una persona normal y corriente, con una vida sencilla y vulgar, la de un hombre ocupado con su trabajo - cuyas circunstancias le han puesto en el punto de mira -, amante de su familia, al que le gusta pasear y charlar con los amigos, religioso y de ideas progresistas, siempre fiel al recuerdo del padre al que no conoció. Frente a la retórica de la "lucha armada", Muerte de un hombre feliz nos sitúa ante la sinrazón del terrorismo sin discursos, simplemente - la vida real ya nos ha enseñado que es la manera más eficaz - mostrándonos la biografía de una vida truncada. Nada puede justificar el asesinato.
Un par de tiros y en un momento una vida se acaba; tantas cosas por hacer y por decir, unos hijos que quedan sin padre demasiado pequeños, una mujer viuda, unos amigos huérfanos, una madre condenada a revivir con la muerte de su hijo el dolor de la muerte de su marido... Una vida feliz, como cualquier otra, que acaba tan abrupta como injustamente. Hubo un tiempo en que la sociedad fue más "comprensiva" que hoy con el terrorismo; los muertos, al fin y al cabo, no eran personas con una vida como la de los demás, eran esbirros del Estado (malvado y opresor por naturaleza). El terrorismo, entonces, formaba parte del paisaje. Pero Giacomo Colnaghi lo tiene claro; los terroristas no son partisanos. Por eso, Muerte de un hombre feliz nos ayuda, a través de un relato tan sencillo como muy bien construido y sin reflexiones autoriales a comprender que el terrorismo nunca nos trajo un mundo más feliz y nunca lo hará; en una democracia nunca se construirá un mundo mejor sobre los cadáveres de hombres felices - o no tanto - que, cualquiera que sea su ideología o su profesión, son inocentes.
Giorgio Fontana (Saronno, 1981) ha escrito, siendo un autor muy joven, una novela excelente y muy madura, sencilla en la superficie pero plena de sugerencias y lecturas entre sus líneas; el marco histórico, la reflexión sobre la justicia y sobre el terrorismo, la vida privada de Colnaghi, la relación de Colnaghi con su padre y con su hijo... Muerte de un hombre feliz nos anima a esperar con interés las otras - por ahora cuatro - novelas de Fontana.

domingo, 4 de diciembre de 2016

Gene Kerrigan, La furia

Un banquero millonario ha sido asesinado a tiros en su casa. El informe de balística relacionará el crimen con la muerte de un camello de barrio e implicará a Bob Tidey, sargento de detectives, en la investigación. Pero eso será cuando llegue el informe. Mientras, La furia nos muestra un visión panorámica de la Irlanda siguiente a la crisis de la burbuja inmobiliaria; el desplome del precio de la vivienda, los edificios abandonados a medio construir, el paro, los jóvenes que buscan salida emigrando, el país que busca salida en el rescate bancario... Y conocemos la vida cotidiana de Bob Tidey, un hombre tranquilo llegado a la cuarentena, de Vincent Naylor, un delincuente de veintiséis años que anda preparando un muy bien calculado atraco a un furgón armado y de Maure Coady, una anciana monja de apariencia apacible, pero carcomida por la culpa pues en el pasado participó (así eran entonces las cosas), como tantas otras monjas y sacerdotes, en el maltrato y abuso de jóvenes a su cargo, recogido en el informe Ryan.
El atraco de Naylor está perfectamente estudiado, milimétricamente, pero a pesar de todo, como todo en la vida, una circunstancia absolutamente imprevisible puede desbaratarlo. Y así ocurre; alguien - Maure Coady - ha avisado a la policía porque le llama la atención un coche aparcado durante varios días ante su casa. Cuando los atracadores van a utilizar ese coche, se produce un tiroteo y muere Noel, el hermano de Vincent. Paralelamente, la investigación de la muerte del banquero (que había pactado con Hacienda "tirar de la manta") se cierra "desde arriba" con una explicación convincente y plausible pero que Tidey - y todos - saben falsa.
Se desata entonces la furia; Vincent inicia una campaña de venganza de la muerte de su hermano que siembra Dublin de cadáveres, Tidey, que nada puede hacer desde su cargo, mueve, sin embargo, algunos hilos provocando que, quedando él completamente al margen, las bandas de delincuentes de la ciudad se enfrenten de modo que la caída de una pieza de dominó cause la consiguiente, una tras otras, de una fila de fichas. Las vidas de Bob Tidey, Vincent Naylor y Maure Coady se cruzan inevitablemente en un final trepidante y desolador, que dejará marcado a Tidey para siempre.
Más allá de su trama criminal La furia es un retrato de la Irlanda actual - con aroma al mejor cine social británico e irlandés - a la que financieros y políticos llevaron a la crisis hasta el punto de necesitar el rescate bancario, marcada por el escándalo de los maltratos y los abusos sexuales de menores generalizados cometidos por sacerdotes durante décadas y destapados por el citado informe Ryan, sumida en la depreciación de los salarios... una imagen más para el álbum de la crisis actual que nos muestran también novelas como Montecristo o Matarte lentamente.
No es que La furia (2011; Sajalín, 2015) sea una excelente novela negra - que, como tal, va más allá de la mera investigación criminal para mostrarnos con crudeza las tripas enfermas de la sociedad - es que es una lectura imprescindible. No ofrece el catálogo de Sajalín la regularidad y seguridad que encontramos en el de Libros del Asteroide, pero sí hay en él novelas auténticamente grandes. Por eso merece respeto y aplauso el trabajo de editoriales como Sajalín, Libros del Asteroide o Impedimenta que nos traen novelas magníficas, en cuidadas ediciones - el papel, la elegancia, los detalles, el diseño, las cubiertas... -. Y la mejor manera de rendirles ese respeto y ese aplauso es comprar sus libros porque sólo comprándolos estaremos seguros de que nos seguirán ofreciendo novelas como La furia.
Gene Kerrigan, dublinés, es periodista y autor de cinco novelas de las que sólo se ha publicado en España La furia. Sin más conocimiento, es fácil imaginar que, probablemente, como algunos periodistas españoles en los años ochenta, Kerrigan ha llegado a la novela como medio en el que mostrarnos asuntos que conoce por su profesión pero no puede publicar en prensa por no tener las suficientes pruebas materiales en las que sustentar la publicación. Esperemos disponer pronto de sus otras obras.
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