viernes, 23 de septiembre de 2016

John D. MacDonald, Adiós en azul

Trav McGee vive en un yate amarrado en un puerto de Florida. Cuando se queda sin dinero acepta encargos. En Adiós en azul (1964; Libros del Asteroide, 2015) el encargo que acepta es el de Cathy, una pobre chica engañada y maltratada por un hombre malvado. A la vuelta de la Segunda Guerra Mundial el padre de Cathy fue a la cárcel por agredir a un oficial. De regreso a casa había escondido un tesoro que se trajo de su estancia en Asia durante la guerra, pero nada dijo a su mujer y sus hijas. Después de su muerte apareció Junior Allen, que había compartido prisión con el padre de Cathy, engatusó a Cathy y robó el tesoro. Cathy, pues, le pide a McGee que recupere lo robado; su paga, la mitad de lo que recupere. La pista de Allen llevará a McGee a conocer a Lois, otra mujer destrozada por ese hombre feroz. Lois ayudará a McGee a dar con Allen.
Lo que tenemos es: un peculiar investigador - no es un detective privado sino más bien un cobrador del frac que sólo se ocupa de un caso cuando necesita dinero y, en esta ocasión, no se ocupa tanto de investigar el asunto sino de conseguir recuperar lo robado; cero contacto con la policía - que es un hombre atractivo, inteligente, tranquilo, al que las mujeres se le meten en la cama sin que él haga mayor esfuerzo y que por encima de todo es honrado, dos víctimas - una pobre chica a la que han robado lo único que podría ayudarle a vivir mejor, y una dama ingenuamente engañada por un perverso seductor -, un ladrón que resulta ser un repugnante malvado, un ambiente, el del imaginario de Florida - vida feliz entre yates, fiestas y mujeres al calorcito caribeño - roto por el brutal Junior Allen - una desagradable anécdota en ese ambiente (como el crimen en la novela policiaca victoriana) -, personajes parlanchines que cuentan más de lo que sería prudente, un relato que avanza amable hasta la aparición de la violencia en el tramo final, un aroma que recuerda a Donald Westlake y que sitúa a John D. MacDonald (Sharon, Pennsylvania, 1916 - Milwaukee, Wisconsin, 1986) como ejemplo de la evolución de la novela negra norteamericana en los años sesenta. Resulta inevitable dar como referencia para situar a MacDonald que es el autor de la novela llevada al cine bajo el título de El cabo del miedo.
Adiós en azul es la primera de las veintiuna novelas protagonizadas por Travis McGee. Bruguera la publicó - y también las dos siguientes - en 1967. Varias otras novelas del prolífico MacDonald se publicaron en España desde entonces. Ahora, una vez más, Libros del Asteroide nos recupera a un interesante autor que no se editaba en castellano desde 1990. A finales de octubre publicará la segunda novela de la serie de McGee, Pesadilla en rosa.

jueves, 15 de septiembre de 2016

Jo Nesbø, El murciélago

La serie de Harry Hole, que ha hecho de Jo Nesbo (Oslo, 1960) uno de los más importantes autores de la novela negra escandinava, se inició en 1997 con El murciélago. Sin embargo, la publicación en España de la obra de Jo Nesbo es consecuencia del interés despertado por la novela nórdica tras el éxito de Mankell y la trilogía de Larsson; la primera novela de Nesbo publicada en nuestro país es Petirrojo, la tercera de la serie Hole, en 2009. Y, a pesar de la profusa edición de Nesbo desde entonces, no hemos conocido El murciélago hasta 2015, en edición de Penguin Random House.
El murciélago es la primera novela de Hole y es también la primera novela de Nesbo; es razonable pues esperar una evolución en una obra narrativa que se extiende a lo largo de casi veinte años y que, sin embargo, nos ha llegado "de golpe". Es decir, no debemos perder la perspectiva de que El murciélago es la primera novela del autor y, obviamente, anterior en bastantes años a otras que hemos podido conocer antes.
Harry Hole viaja a Australia para colaborar en la investigación del asesinato de una popular presentadora de televisión noruega. El caso nos servirá para conocer a Hole; un policía de treinta años más cercano a los investigadores norteamericanos que a los de la novela escandinava, dinámico y activo, más propenso a la acción y a la intuición que a la reflexión, que guarda un secreto en su pasado, relacionado con su alcoholismo, que le marca inevitablemente.
La investigación derivará en la existencia de un asesino en serie que viola y estrangula a jóvenes rubias y en alguna sorpresa final. Por el camino, la compañía de unos variopintos policías australianos (un aborigen simpático, un patoso bravucón, uno que confía en Hole en silencio, un jefe sensato y tranquilo...), un recorrido por la historia y la geografía de Australia, y una didáctica lección sobre la cultura aborigen y su choque con la cultura impuesta por los blancos. Todo ello aderezado con dosis adecuadas de acción, violencia, drogas, sexo... en un buen relato criminal que pone las bases de una serie, que, seguro, irá a mejor a medida que se desarrolle el personaje de Hole en las siguientes entregas.

miércoles, 7 de septiembre de 2016

Herman Koch, Estimado señor M.


Hace cuarenta años un profesor treintañero, padre de dos hijas, tuvo una relación amorosa con una de sus alumnas de bachillerato durante unas semanas. Cuando ella le dejó y comenzó a salir con un chico delgaducho de su misma clase, él la acosó hasta que en plenas vacaciones de navidad se presentó en la casa de campo donde los dos chicos pasaban esos días. Entonces el profesor desapareció y nunca más se supo de él, se acusó a los chicos de asesinato pero nunca apareció ninguna prueba ni evidencia.
Sobre estos hechos, el señor M. construyó una de sus primeras novelas y, desde entonces, la más exitoso y vendida; Ajuste de cuentas. En la ficción, optó por hacer del chico culpable del crimen pues era lo más conveniente para la eficacia del relato literario.
Hoy Herman, el chico acusado de la desaparición de su profesor de Historia, decide que ha llegado el momento de ajustar las cuentas con el señor M., un escritor tan famoso como mediocre, casado con una mujer a la que saca más de treinta años, que cada vez interesa menos a los lectores.
Estas tres tramas se entremezclan y se entrecruzan en Estimado señor M. (2015; Salamandra, 2016).
Un lector lee un libro. Si el libro es bueno, se olvida de sí mismo; eso es lo único que tiene que hacer un libro. Si mientras lee, el lector no puede olvidarse de sí mismo y piensa en el escritor constantemente, el libro es un fracaso".
Para quien ha leído La cena y Casa de verano con piscina, Estimado señor M. puede resultar, subjetivamente, algo decepcionante, más de lo mismo; humor, ironía, acidez, sorpresas, un narrador manipulador, golpes duros a la envidia y la hipocresía - en este caso las que reinan en el mundo literario - y a la mediocridad - en este caso a la propia de los profesores de secundaria -, frases brillantes, reflexiones ingeniosas... Sin embargo, objetivamente, es más de lo mismo (humor, ironía, acidez...) y, por tanto, nada decepcionante pues es un novela tan interesante como las otras dos. Para el lector de Koch cuesta un poco al principio olvidarse de uno mismo pero a medida que la novela avanza y se intensifica la relación entre Herman y M., crecen ambos personajes y se va desvelando qué ocurrió realmente hace cuarenta años, la novela le atrapa. A quien llegue a Koch por primera vez le atrapará sin duda desde la primera línea. Es, por tanto, un buen libro, atendiendo al acertado criterio que la misma novela nos ofrece, pero no tanto como las novelas anteriores.
Y como la literatura y la docencia son en esta ocasión el objeto de los "palos", dejemos aquí algunos:
Un escritor mediocre está condenado a cadena perpetua. No puede parar. Es demasiado tarde para cambiar de profesión. Tiene que continuar hasta el final. Hasta que la muerte venga a buscarlo. Sólo la muerte puede salvarlo de su mediocridad.
"No escribe mal" decimos sobre al autor mediocre. Eso es la máximo a que puede aspirar, a producir libros que no estén mal escritos".
Tanto los profesores autoritarios como los miedicas son personas mediocres. En este sentido la palabra "secundaria" lo dice todo. (...) Ningún lugar apesta tanto a mediocridad como un instituto".
¿Cómo se puede amar la literatura y leer en voz alta en un aula? ¿No es ese el último sitio donde deberían estar los libros. En otras palabras: quien ama la literatura deja los libros en casa.
(...) No tenemos que querer conseguir que nadie lea, del mismo modo que no tenemos que querer que vayan al cine, escuchen música, practiquen sexo o beben alcohol. Un instituto no es el lugar para la literatura; su sitio está más bien en la lista que acabo de enumerar, con el sexo y las drogas, con todas las cosas que disfrutamos sin que nos obligue nadie. ¡Lecturas obligatorias! ¿Cómo se le ocurre algo así?".
Un profesor de secundaria no suele ser muy inteligente, por decirlo con suavidad. Es improbable que un profesor de física desarrolle una nueva teoría de la relatividad. En general, son unos fracasados. (...) Pero en cada curso hay un par de alumnos más inteligentes que ellos. Y eso no lo pueden soportar. (...) Sólo los alumnos mediocres y aplicados sacan buenas notas. La inteligencia superior a la media se aburre de mala manera en un instituto".
Nunca he entendido por qué iba alguien a querer coger libros prestados. Seguramente por razones económicas, claro, pero hay tantas cosas de las que tienes que abstenerte por falta de dinero... A él le parecen sucios, los libros prestados. Tanto como dormir en un hotel sin que hayan cambiado las sábanas, con los pelos y descamaciones del huésped anterior. Un libro con manchas de vino y un insecto aplastado de cuyas páginas caen granos de arena de las vacaciones en la playa del último lector".
Bueno, ahí queda eso.

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