martes, 30 de agosto de 2016

Chris Stewart, Entre limones

Stewart mostrando El Valero cuando lo compró (El País).
Chris Stewart (Faygate, Inglaterra, 1951), después de realizar diversos trabajos a lo largo de su vida, decidió establecerse en la Alpujarra granadina a finales de los años ochenta. Así, compró la finca El Valero en 1988 y con su mujer, Ana, y la ayuda de algunos de sus vecinos, arregló la casa, preparó la finca para labores agrícolas, se inició en la cría de ovejas... Toda esta aventura, el nacimiento de su hija, la relación con los vecinos - campesinos alpujarreños que mantienen su vida tradicional cuidando su huerta y su ganado, ingleses más o menos jipis o ecologistas extremos que buscan una vida alternativa cuidando su huerta y su ganado -, la convivencia con la naturaleza, la introducción de algunos elementos del siglo XX en un entorno tan "profundo", los relata Stewart en un libro, Entre limones, que en Inglaterra se publicó en 1999 y fue un éxito de ventas. El relato de su vida en la Alpujarra la completó luego con El loro en el limonero, Los almendros en flor y Últimos tiempos del Club del Autobús, tetralogía que en España ha publicado Salamandra desde 2011. Anteriormente, Almuzara en 2006 y Books4pocket en 2008 publicaron las primeras ediciones españolas de Entre limones.
El relato de Entre limones es ameno y simpático, salpicado de humor e ironía, pero amparado en la ingenuidad de Stewart para evitar los juicios de valor sobre el atraso de La Alpujarra (al fin y al cabo es esto lo que atrae a sus habitantes extranjeros) y sus campesinos o sobre las excentricidades de algunos de los extranjeros instalados en esta tierra. Un libro, sobre el amor a la vida en el campo, que se dejar leer, sin apasionamiento, de manera agradable.

lunes, 22 de agosto de 2016

Christopher Morley, La librería encantada

Gwen Meyerson, La librería de la esquina.
En noviembre de 1918, días después del fin de la Gran Guerra, Roger Mifflin anda un poco disgustado porque un periodista les entrevistó a él y a su esposa y ha contado sus vidas en un libro - La librería ambulante -. Ahora los Mifflin se han instalado en Brooklyn y han abierto una librería, "El Parnaso en casa", una librería encantada por la literatura que guarda y exhibe en sus estanterías. Los Mifflin siguen siendo las personas simpáticas y amables que ya conocemos.
La librería encantada (1919; Periférica, 2013), tras los primeros capítulos que son, como La librería ambulante, un canto al amor a los libros y a la literatura, nos presenta una blanca comedia con estos ingredientes, junto a los Mifflin; una joven millonaria a la que su padre ha puesto de aprendiz en la librería para que no le salga "tonta", un joven y animoso publicista, una historia de amor entre los jóvenes, un misterio en torno a un libro que no para de desaparecer y aparecer en la librería, unos malvados alemanes que planean un atentado, un montón de referencias literarias... y un hábil narrador autorial que juega con el relato. 
El resultado es una inocente y entretenida novela, un relato que, aun haciendo referencia a la guerra, permite evadirse del conflicto reciente a los lectores de la época y a los actuales divertirse con una novela muy de su tiempo en la narración y el humor blanco. Y degustar, al mismo tiempo, el amor a la literatura, los libros y las librerías que La librería encantada destila.
Son muchas, claro, las citas de este libro que se pueden recoger, tantas que vamos a quedarnos sólo con una:
La malnutrición del órgano lector es una enfermedad seria. Permítanos prescribirle un remedio".
La librería encantada puede ser un buen remedio.
Bueno, con dos:
Día tras día veo a las hordas de gente que acuden al teatro y al cine y estoy seguro de que la mitad de las veces van a ciegas, creyendo que saldrán satisfechos, cuando en realidad no les dan más que vil morralla. Y lo más triste de todo es que si uno se convence de que le basta con comer morralla, luego no tendrá apetito para el género de verdad".

domingo, 14 de agosto de 2016

Craig Johnson, Fría venganza

Un joven aparece muerto; puede tratarse de un accidente de caza pero pronto aparece la certeza de que se trata de un crimen. Los enemigos del chico son muchos pues él, junto a otros, violó a una muchacha india discapacitada y se les impuso una leve condena. Pero quienes son capaces de emplear el arma homicida son pocos y entre ellos se encuentra Henry Oso en Pie, el gran amigo de Longmire. Relacionar esta muerte con la violación de la chica india resulta inevitable, pero el caso acabará revelándose más complejo.
Fría venganza (2005; Siruela, 2012) inaugura la serie del sheriff Longmire - ya hablamos de la cuarta, Los mocasines de otro hombre -. En ella, pues, se ponen las bases de la serie y se muestran los aciertos de Craig Johnson. Que son varios; el marco geográfico, los personajes, la construcción narrativa y el estilo literario.
Absaroka es una cordillera que dio nombre en 1939 a un posible estado norteamericano formado por territorios de Wyoming, Montana y Dakota del Sur y que se lo da al ficticio condado del sheriff Longmire, entre las míticas montañas Big Horn y el parque de Yellowstone, en pleno oeste americano. Un entorno natural, salvaje, hermoso, de duro clima, y casi despoblado, entre cuyos habitantes destacan los "nativos americanos", constituye el territorio Longmire lejos de los ambientes urbanos propios de la novela criminal. Un lugar dispuesto a resultarnos tan entrañable como la Ystad de Wallander.
Walter Longmire, que supera ya los cincuenta años, sufre todavía la muerte, hace cuatro, de su mujer. Es un hombre tranquilo, pero de acción cuando la situación lo requiere. Junto a él; Henry Oso en Pie, un cherokee enorme, fiel amigo de Longmire desde la infancia, con quien compartió la experiencia de Vietnam, Vic, una brillante policía de Filadelfia que llegó a Absaroka siguiendo el desplazamiento laboral de su marido y que acabó aceptando la propuesta de Longmire de ser su ayudante, Ruby, la paciente secretaria del sheriff, Lucian, el viejo sheriff, chapado a la antigua, al que Longmire convence para que eche una mano cuando el trabajo supera sus escasos medios.
En consonancia con la grandiosidad del paisaje y con la serenidad y el buen juicio de Longmire, la trama narrativa se construye con solidez y sosiego, con un ritmo pausado, que permite indagar en el pasado de los personajes a los que vamos conociendo, en la cultura cherokee y en la turbia problemática de abusos sexuales que nos presenta, y que se intensifica a medida que se intensifica la intriga y se acerca el desenlace, atrayendo al lector en un excelente relato. Los diálogos – y los silencios -, especialmente inteligentes e irónicos cuando son entre Longmire y Henry Oso en Pie, son un elemento fundamental en la evolución de la novela (cuya acción en muchas ocasiones avanza mediante elipsis y resúmenes insertos en el diálogo).
Johnson escribe con un estilo sencillo y cuidado en el que no faltan exquisitas referencias literarias, en especial a Shakespeare y al Quijote.
Estamos ante una gran serie negra y el éxito de su versión televisiva (que no conocemos en España) no debe llevarnos al error de crearnos prejuicios negativos sobre Longmire.

jueves, 4 de agosto de 2016

John Boyne, El niño en la cima de la montaña

Berghof.
Seguro que es fácil ponerse estupendo y hablar mal de El niño en la cima de la montaña (2015; Salamandra, 2016) o de El niño con el pijama de rayas. Pero, postureos aparte, se trata de dos buenas novelas que ponen de manifiesto la virtud de su autor, John Boyne (Dublin, 1971); la capacidad para andar siempre en el límite, en la cuerda floja, y no caerse nunca, la capacidad de medir bien cuanto hace.
El niño en la cima de la montaña - el Pijama también - es una fábula infantil, pero es también una novela "seria". Es una lectura ideal para los primeros años de la adolescencia, pero resulta grata para el lector de cualquier edad. Es una lectura fácil para los poco lectores, pero también satisfactoria para el buen lector. Es una novela melodramática y emociona, pero no cae nunca en la ñoñería ni en el sentimentalismo excesivo. Es educativa y transmite valores, pero no supura moralina. No pretende el virtuosismo literario, pero está bien escrita. Aspira a ser un bestseller, pero está construida bien y con cuidado. Pretende ir a rebufo de la primera, pero se publica diez años después... Boyne es un buen e inteligente novelista.
El protagonista de El niño en la cima de la montaña es Pierrot, un niño debilucho y enclenque de siete años, de triste infancia, de madre francesa y padre alemán, que al quedar huérfano acaba en un orfanato. De allí le sacará su tía paterna - de la que nunca supo nada - y lo lleva a vivir con ella. Es el ama de llaves del Berghof, la casa de recreo de Hitler en los alpes bávaros. Pierrot no entenderá por qué ahora debe llamarse Pieter ni por qué no debe escribirse con su amigo de la infancia, un niño judío. Durante su estancia en la casa, Pieter tendrá ocasión de hablar con frecuencia con el Führer, que le regalará un uniforme de las Juventudes Hitlerianas. Poco a poco, irá olvidando su origen francés y se irá convirtiendo en un adolescente soberbio y prepotente, imbuido de la ideología nazi, que desprecia a los criados y maltrata a las mujeres y que, cegado, será culpable de la muerte de algunas personas. Al acabar la Segunda Guerra Mundial, Pierrot tiene dieciséis años y empieza a ser consciente de lo ocurrido.
El niño en la cima de la montaña es una buena novela, quizá mejor que el Pijama y menos sentimental (por la edad y la evolución del protagonista), bien escrita y con guiños inteligentes como  el momento en que Pierrot, el niño que va camino de la cima de la montaña, y Bruno, el niño que llevará un pijama de rayas, se saludan al cruzarse en una estación de ferrocarril, o las referencias a Emil y los detectives, de Erich Kästner, un clásico de la novela juvenil de los años treinta.
Anteriormente desconocida, la obra de John Boyne ha sido publicada ampliamente desde el éxito de El niño con el pijama de rayas en 2007 en las cuatro lenguas de España.
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