miércoles, 23 de septiembre de 2015

Henning Mankell, El chino

La noche del 12 al 13 de enero de 2006 todos los habitantes - diecinueve - de un pequeño pueblo imaginario del norte de Suecia son salvajemente asesinados. Se trata del crimen más terrible de la historia de Suecia. La investigación corresponde a la inspectora Vivi Stunberg, a la que, unos días más tarde se dirige la jueza Birgitta Roslin, de Helsinburg, porque casualmente ha descubierto que dos de los ancianos asesinados son los padres adoptivos de su fallecida madre. La jueza, de baja médica, inicia una investigación personal paralela a la de la policía pues encuentra pistas que llevan a un camino diferente del que sigue la investigación oficial. Todo indica que el móvil del crimen es una extraña venganza. Y así es, pues se trata de un venganza que tiene su origen casi siglo y medio antes cuando campesinos chinos que huían de la miseria llegaron a Estados Unidos donde fueron empleados, casi como esclavos, en la construcción del ferrocarril.
Vivi Sundberg se encuentra tan superada por la situación como por su sobrepeso. Birgitta Roslin ve cómo, pasados los cincuenta, empieza a encaminarse hacia la vejez acompañada de un marido que hace un año que ha perdido cualquier apetito sexual. En su juventud, en los años sesenta, participó en movimientos maoístas en los que siempre había que estar alerta para ser totalmente ortodoxo y no equivocar ninguna respuesta y en los que en asambleas multitudinarias de cuatro personas se declaraba que de manera inmediata el proletariado sueco, engañado por los capitalistas y los traidores socialdemócratas, se uniría inmediatamente al campesinado chino en su revolución.
La historia promete y Lars Emanuelsson, un periodista que "acosa" a Birgitta podría haber dado buen juego en la investigación. Pero en esta ocasión a Mankell se le va la mano y resulta excesivamente prolijo en aquello de lo que nos quiera hablar al margen de la trama criminal. El chino (2007; Tusquets, 2008) nos alerta de cómo China se está convirtiendo en una nueva potencia colonial en África negra. Para ello derrocha páginas sobre las condiciones de vida de los chinos que emigraron a Estados Unidos, sobre la China de Mao, sobre los cambios ocurridos en China en las últimas décadas, sobre la China actual en la que millones de campesinos tan pobres como siempre conviven con riquísimos capitalistas al tiempo que el Partido Comunista mantiene el poder y sobre ese camino de expansión económica que China ha encontrado en la neocolonización de países como Mozambique (en el que, recordemos, Mankell vive la mitad del año pues el director de su Teatro Nacional).
Aunque encontramos los elementos e intereses habituales en sus novelas, en esta ocasión hay una desequilibrio entre la denuncia y la investigación - en perjuicio de ésta -. ¡Quién lo iba a decir!, hasta Henning Mankell puede causarnos pequeñas decepciones alguna vez.

martes, 15 de septiembre de 2015

Shohei Ooka, Hogueras en la llanura

Hablábamos en mayo, al cumplirse el septuagésimo aniversario del fin de la Segunda Guerra Mundial en Europa, de K. L. Reich, la novela testimonial que Joaquim Amat-Piniella, escribió en torno a su experiencia como preso del campo de concentración de Mauthausen. El fin del conflicto se produjo definitivamente con la rendición de Japón, cuyo aniversario se ha conmemorado hace unas semanas. Hablamos ahora de Hogueras en la llanura, de Shohei Ooka, una novela que relata las penurias de los soldados japoneses derrotados.
Nos encontramos en la isla filipina de Leyte donde las tropas japonesas apenas resisten el avance estadounidense. El soldado Tamura ha sido enviado por su compañía al hospital por encontrarse enfermo, pero en el hospital no atienden a soldados que no aporten alimentos. Por ello un grupo de enfermos intenta sobrevivir acampado a sus puertas. Un bombardeo destruye el hospital y Tamura vaga por la isla sin otro rumbo que procurar encontrar algo que comer mientras espera la muerte inevitable. Se une luego a un grupo de soldados que le informan de que se dirigen a Palampon, donde el ejército ha preparado un barco para repatriarlos. Por el camino marcha una informe columna de soldados medio moribundos con la esperanza de llegar a Palampon. Pero el paso es interceptado por los norteamericanos y Tamura vaga de nuevo en solitario por el bosque. la cercanía de la muerte y su formación católica, aunque es ateo, llevan a Tamura a reflexionar en torno a Dios. Sus recuerdos acaban cuando recibe un golpe en la nuca.
En su triste deambular famélico y con los harapos de lo que fue un uniforme militar, acompañamos a Tamura en la contemplación de la degradación humana. Un ejército en descomposición cuyos soldados sólo esperan tener la posibilidad de rendirse a los americanos antes de que les llegue la muerte (pues no piensan emplear la granada de mano que les han suministrado para suicidarse antes que entregarse). Una situación en la que nadie cree en nada ni en nadie, nadie ayuda a nadie, aunque siempre hay quien encuentra ocasión de comerciar con las necesidades de otros, pues el único fin es la supervivencia personal. Soldados físicamente rendidos que se sientan en el tronco de un árbol a esperar la muerte. Cadáveres, en distintos grados de putrefacción, que adornan el bosque y los caminos. La necesidad de alimentarse que lleva a comer raíces crudas, las sanguijuelas que se pegan al cuerpo y chupan la propia sangre, carne humana...
Los recuerdos de la guerra de Tamura acaban con un golpe que recibe en la nuca. Se reanudan luego en un hospital norteamericano y con el reencuentro con su mujer en Tokio. Pero la experiencia vivida, especialmente el canibalismo, es difícil de llevar para Tamura, que relata sus recuerdos, por prescripción facultativa, desde el hospital para enfermos mentales en el que se encuentra ingresado. Quizá sea esta situación actual de Tamura, una estrategia, mediante el alejamiento de la realidad, de Ooka de "dulficicar" en 1951 la crudeza de su novela. Tan próxima todavía a la guerra en un país derrotado.
Shohei Ooka (Tokio, 1909 - 1988) es uno de los novelistas japoneses más importantes de la postguerra. Hogueras en la llanura fue llevada al cine en 1959 por Ichikawa Kon (a esa película corresponde la imagen que acompaña esta entrada) y Shinya Tsukamoto ha realizado un remake en 2014. La edición de Libros del Asteroide de 2006 de esta novela es la única de una obra de Ooka publicada en España.
Seguramente esta reflexión de Tamura nos ofrece la enseñanza fundamental de esta novela:
Exageraría si dijera que aquel espectáculo me produjo un trauma insoportable. El ser humano es capaz de adaptarse a la situación más anormal y, una vez en ella, puede asimilar cualquiera de las impresiones que le sobrevengan. En tales circunstancias, entre el observador y lo observado se interpone un velo de indiferencia que impide que el apasionamiento construya fantasmas innecesarios".

lunes, 7 de septiembre de 2015

Siri Hustvedt, El verano sin hombres

Angelo Zoffoli, Figuras clásicas en el jardín.
Después de treinta años de matrimonio, a Mia su marido le ha pedido una "pausa" y la Pausa es una joven francesa. Esto le provoca un trastorno psiquiátrico transitorio. Recuperada de su paso por el hospital, se traslada a su ciudad natal, en Minnesota, donde pasará el verano rodeada de su madre y su grupo de amigas ancianas, de siete chicas adolescentes a las que impartirá un taller de poesía - Mia es poeta y profesora universitaria -, de su joven vecina, madre de dos niños, cuyo marido se pasa la vida gritándole, recibiendo la visita de su hermana, las llamadas de su hija y algunos correos anónimos insultantes. Y las señales de arrepentimiento del marido.
Un verano sin hombres que nos relata en primera persona, trufándolo de citas literarias y poéticas - incluso nos habla de "la música del azar" de la que habla un eminente escritor (o sea, Paul Auster, el marido de Siri Hustvedt) -, de pensamientos filosóficos y explicaciones científicas, de disquisiciones sobre las diferencias entre hombres y mujeres, de apelaciones directa a los lectores...
Mediada la novela, en la página 112, dice:

Pronto, pensaréis, llegaremos a algún cruce o a una bifurcación en el camino. Aparecerá la ACCIÓN".

Pero será que no; en las otras cien páginas más de lo mismo. El tono de humor del relato ayuda al lector a seguir la novela cuyas reflexiones son más o menos interesantes - especialmente la cruda presentación de la vejez -, pero la novela, en su conjunto, no lo es.
Siri Hustvedt (Norhfield, Minnesota, 1955) es autora de novelas, ensayos y libros de poesía. Su obra ha sido publicada en España por Circe y Anagrama. Esta editorial publicó en 2011, el mismo año de su edición original estadounidense,  El verano sin hombres.
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