jueves, 25 de diciembre de 2014

Karmele Jaio, Las manos de mi madre

Nerea tiene treinta y tantos años, es periodista y no tiene tiempo para nada; llega a casa cuando su paciente marido ya ha acostado a su hija. Pertenece a esa generación de vascos que nunca han vivido en una situación "normalizada" (a fecha de la acción de la novela; poco después del año 2000). A su madre la han encontrado en la calle sola, desorientada y perdida; no sabe quién es y la han hospitalizado. Nerea contempla las manos de su madre sobre las sábanas del hospital e, inevitablemente, la invade el sentimiento de culpa; la de no haber hecho caso a los síntomas que percibió en su madre, la de tantas conversaciones que nunca tuvo con ella y ahora quisiera haber tenido, la de tantos malos gestos e incomprensiones del pasado de los que ahora se arrepiente...

Miro a la tía y no la reconozco. Desde que ha salido a flote la antigua historia de mi madre no levanta cabeza. Creo que se siente culpable por no haber ayudado a su hermana en aquella época en la que tanto sufrió. Se siente culpable como yo. Yo también siento el peso de la culpa sobre mis espaldas por no haberle dicho a mi madre a tiempo muchas cosas, por no haberme dado cuenta antes de lo que estaba pasando. Cada una de nosotras lleva una piedra sobre su espalda, y el peso de esa piedra es el que nos hace levantarnos por la mañana antes que nadie para ir al hospital, y ese peso es el que nos hace llorar cuando vemos a mi madre en la cama, entre sábanas blancas, con la mirada perdida".

Las manos de mi madre, escrita con una gran sencillez, es una novela muy bien construida, que, más allá del sentimiento de dolor - con el que el lector empatiza - de la hija que cuida a su madre sin posibilidad de recuperar los momentos perdidos durante la vida, lleva a Nerea a descubrir, con la ayuda de su tía Dolores, una parte del pasado que desconocía por completo - y que el lector va conociendo antes que ella pues en su relato se intercala aquel pasado mediante un narrador externo -, y a descubrir también el paralelismo entre la historia de aquel novio que el mar le robó a su madre y la suya propia y la de aquel novio que un buen día desapareció del pueblo sin explicaciones - innecesarias porque en el País Vasco todos sabían a dónde iban quienes lo abandonaban todo de esa manera -. Para colmo, ahora, aquel novio, después de tantos años, aparece por las calles de la ciudad - quizá la situación política le permita regresar de Francia -, mientras un coche-bomba salpica la actualidad. Karmele Jaio ha construido una sabia arquitectura narrativa en la que combinan con equilibrio y sutileza los distintos temas, sentimientos y realidades que nos presenta (el arrepentimiento de los hijos que comprenden demasiado tarde a sus padres, el consiguiente dolor, el descubrimiento de un pasado sobre el que ya nada se puede preguntar, la dureza de la vida cotidiana de una mujer trabajadora, el Alzheimer, que no se nombra, la constante presencia de ETA, que tampoco se nombra...) y las fotografías en blanco y negro que Nerea rescata para intentar rescatar la memoria de su madre.
Karmele Jaio (Vitoria, 1970) es autora de dos novelas y tres libros de relatos, todos ellos escritos en vasco. Las manos de mi madre se publicó en vasco en 2006 por Elkar y en 2008 en castellano por Ttarttalo. En 2013 ha sido llevada al cine por Mireia Gabilondo.

miércoles, 17 de diciembre de 2014

Daniel Woodrell, La muerte del pequeño Shug

Shug es un chico, gordo, de trece años que vive con su joven y sexy madre, a la que llama por su nombre de pila, Glenda, en una casa junto al cementerio que se encargan de cuidar. Ella carece de estudios y de trabajo. A temporadas, cuando no tiene otra cosa que hacer - robar - en otro sitio, aparece por la casa Red, el supuesto padre de Shug. Red es violento y maltrata y desprecia a Glenda y Shug continuamente; ella le teme, pero no tiene manera de escapar de él. A Shug le obliga, aprovechándose de que es menor de edad, a introducirse en casas para robar en ellas medicinas que Red y su compinche Basil emplean para drogarse. El círculo social de Shug se cierra con su abuela y su tío Carl, recién regresado, mutilado, de la guerra (entendemos, aunque no haya datos temporales en la novela, que de la de Vietnam; estamos a mediados de los sesenta). Un buen día aparecerá por casualidad en la vida de Glenda y Shug un hombre bueno y educado en un Thunderbird verde; Glenda verá en él la única manera de huir de Red. Llegará entonces el último, magnífico y trepidante tercio de La muerte del pequeño Shug (2001, Alba, 2014).
Shug nos relata los hechos ocurridos en el verano en que murió su infancia, su inocencia. La novela, de estructura lineal, estilo claro y cinematográfico que consigue decir mucho en pocas palabras, de personajes llenos de vida - aunque sea una vida dura -, es una novela negra que nos recuerda El cartero siempre llama dos veces, de James M. Cain, una novela que, ambientada en un verano, nos habla del fin de la infancia, una novela que con crudeza nos habla de la violencia de género y de las mujeres sin recursos obligadas a aguantar a su maltratador que sólo encuentran refugio en el alcohol y del sufrimiento de los hijos en esas situaciones, una novela que, como Galveston de Nic Pizzolatto, nos muestra que no hay opciones - ni en la literatura ni en la vida - cuando te ha tocado póquer de cartas marcadas (un padre delincuente, una madre demasiado joven, sin preparación, vestida siempre con pantalones demasiado cortos y agarrada a la botella, una familia sin recursos y un entorno hostil). La muerte del pequeño Shug es una excelente novela que puede parecer que retoma viejas fórmulas y elementos (el final del verano como marco del final de la infancia, el sexo y la violencia como fuente de la tragedia, el hombre bueno que aparece inesperadamente para dinamitar el status quo hacia un final inevitable...), pero lo hace con gran maestría, con una prosa contundente carente de retoricismos innecesarios, con ricos diálogos, con una intensidad creciente que hace que el lector disfrute de cada página un poco más que de la anterior, hasta la última, con un final sorprendente por mucho que resulte inevitable... La muerte del pequeño Shug es, en suma, un ejemplo más de que quien sabe escribir, para crear una buena historia - buena literatura -, no necesita recurrir a más palabras y páginas de las necesarias ni a exhibicionismos léxicos y de retóricas huecas.
Daniel Woodrell (Springfield, Missouri, 1953) es autor de una decena de novelas, la mayoría de ellas ambientadas en las montañas Orzak, en las que Woodrell nació y vive, tierra tradicionalmente inhóspita y poblada por gentes que huyen de la ley o de la sociedad (como nos explica el autor en el apéndice de La muerte del pequeño Shug). Alba ha publicado en 2013 Los huesos del invierno (2006), tras el éxito de su versión cinematográfica, y La muerte del pequeño Shug.

martes, 9 de diciembre de 2014

Willa Cather, Sapphira y la joven esclava

Cuando el lector tiene en sus manos un libro de Impedimenta, tiene un hermoso objeto elaborado con cuidado, delicadeza y mimo. Desde las características camisas de sus cubiertas hasta la escogida tipografía elegida. Pero tiene también en sus manos una hermosa historia; Sapphira y la joven esclava (Impedimenta, 2014) es un buen ejemplo. Una novela "clásica", con un narrador externo, que en el último capítulo se nos revela como alguien que nos ha relatado una historia que escuchó, en la infancia, a sus mayores.
Se trata de un relato reposado, realista, con sabias descripciones, que nos presenta la vida tranquila y, aparentemente, apacible de sus protagonistas. Es precisamente este tono, casi bucólico, con el que se relata la normalidad de la vida cotidiana el que dota de tremenda humanidad a sus personajes y de verdad a una historia que, en muchos otros casos se hubiera narrado con un tono mucho más épico.
La acción transcurre en 1856, al norte de Virginia, cerca de la línea Maxon-Dixon que marca la frontera de Pensilvania y, con ello, la de los estados abolicionistas y los esclavistas. Apenas unos años antes de que se produzca la elección de Abraham Lincoln, la Guerra de Secesión y la definitiva abolición de la esclavitud en Estados Unidos.
Sapphira es el ama de una granja y un puñado de esclavos - lejos de las cadenas y látigos de nuestro imaginario de Kunta Kinte, mantiene con ellos la relación normal entre amos y criados -, enferma, no puede andar, e imagina que su marido, el molinero Henry Colbert, mantiene relaciones sexuales con Nancy, la joven esclava. La sospecha es infundada, pero la lleva a tratar con desprecio a Nancy.
Henry Colbert, el molinero, es un hombre bueno, piadoso, y, por sus principios morales y religiosos, contrario - en secreto - a la esclavitud. Semejantes ideas sostiene Rachel, la señora Blake, hija de Sapphira y Henry, viuda y madre de dos niñas, que dedica su tiempo a atender las necesidades de los habitantes, blancos y pobres, de las montañas, cuyas vidas son mucho más míseras que las de los negros - pero con la radical diferencia de que no son esclavos de nadie -. Los esclavos negros de Sapphira son personas - ante todo - dignas - como cualquier blanco -, buenos criados de unos amos que los tratan con humanidad.
La situación, no obstante, se vuelve insostenible para Nancy, la joven esclava, con la presencia en la granja de un sobrino del amo que la acosa y pretende violarla. Acude entonces a Rachel que, con ayuda de otras personas, consigue contactar con el underground railroad y que Nancy pueda tener una vida libre en Canadá.
La humanidad de sus personajes, la expresión de sus sentimientos y la naturalidad y realismo de la vida cotidiana de la granja hacen de Sapphira y la joven esclava un sereno pero firme alegato contra la aberración de la esclavitud. Sapphira... fue la última novela que escribió - en 1940 - Willa Cather (Black Creek Valley, Virginia, 1873 - Nueva York, 1947). En ella recrea el tiempo y el lugar en el que nació; la historia de los Colbert bien puede ser la que escuchaba a sus mayores cuando, a sus nueve años, su familia se trasladó a Nebraska.
Luis de Caralt publicó en 1955 Mi Ántonia y en 1956 Los colonos, pero la recepción en España de la obra de Willa Cather no se ha producido hasta estos últimos quince años, gracias, fundamentalmente, a la labor de la editorial Alba.

lunes, 1 de diciembre de 2014

Vicente Valero, Los extraños

Pedro Marí Juan, de quien no se conserva ninguna fotografía, coincidió
en 1927 en cabo Juby con el piloto y escritor Antoine de Saint-Exupéry.
Como sabemos, la intimidad pasó a la historia. Hoy es bien fácil conocer la vida de absolutos desconocidos en pocos minutos de navegación, cualquiera puede encontrar una foto tuya - mejor que no sea espatarrada en el sofá con el perro de por medio - colgada por no sé quién sin que tú tengas la menor sospecha, basta echar un ojo al rastro de tu tarjeta black para que cualquiera, y no sólo tu mujer, pueda reconstruir el mapa de tus putas de lujo favoritas, hoy todo padre que se precie viola el derecho a la intimidad y a la propia imagen de sus hijos haciendo públicas sus fotos desde el mismo día en que nacen, y cualquier día puedes encontrarte en el telediario, como ese padre inglés, a tu hija en indecorosa posición en la pista de una discoteca mallorquina. Pero hubo un tiempo en el que existió la intimidad e, incluso, los secretos se preservaban, en el que resultaba misteriosa no ya la vida de los desconocidos - como es natural - sino también la de algunos de tus familiares. De esos tiempos nos habla Los extraños (Periférica, 2014) del poeta ibicenco Vicente Valero, un libro muy hermoso. Como hermoso es dedicar un libro a indagar y relatar - homenajear - la vida de tu familia. Extraños llama Valero a esos miembros, que toda familia tiene, cuyas vidas están rodeadas de cierto aire de misterio; ese tío de tu madre que emigró a Suiza y cuyas cartas fueron espaciándose con el tiempo hasta dejar de llegar y que de repente envía a su hija, ya buena moza, a pasar el verano en la casa de la abuela española, ese tío abuelo que fue fusilado en la guerra porque alguien dijo que no iba a misa y cuyo cuerpo yace en alguna cuneta ignota y del que nunca supiste nada - salvo de su muerte - porque nunca se podía hablar de él ante la abuela, ese hermano con el que tu padre dejó de hablarse cuando tú apenas levantabas un palmo por algún lío de herencia, o por el contrario, aquel primo de tu madre que no conociste pero estaba presente siempre en las conversaciones familiares porque siempre fue modelo de virtudes o en su juventud, por algún motivo, alcanzó un momento de gloria y, quizá, la muerte le visitó temprano para dotarle de una aire mítico en la familia...
De estos familiares nos habla Vicente Valero. En concreto de su abuelo materno, al que su padre de niño envió a un internado en Valencia y le marcó un futuro de abogado, pero se hizo militar, sirvió en Larache y en Cabo Juby, donde enfermó, y murió en casa, a los veintiocho años, apenas un año después de casado y recién nacida su hija. Del hermanastro de su padre, del que no tuvieron noticia desde que los abuelos se separaron en 1934, que hizo vida de ajedrecista profesional en Buenos Aires y un buen día se presentó en Ibiza cuando Vicente tenía pocos años para morir allí inesperadamente. De un tío abuelo que, con dieciséis años, tuvo el coraje de abandonar la familia, el seminario y el ambiente cerrado y hostil de la isla, para irse a Barcelona e intentar cumplir su sueño de ser bailarín y vivir su homosexualidad. De otro tío abuelo, militar republicano, hombre moderno y de amplia cultura, que murió en el exilio francés con la esperanza de regresar a casa el día que muriera Franco. Valero elige, con delicadeza, a un extraño de cada una de las cuatro ramas de su familia para componer este libro lleno de verdad y sentimiento para el que no sólo ha hurgado en los recuerdos de la familia sino también ha viajado a los lugares donde podía encontrar alguna huella del paso de sus extraños. Cuyas cuatro vidas nos narra al modo de un cronista sincero que nos aporta con objetividad los datos de que dispone, casi todos fundados en recuerdos heredados, y comentarnos sus lagunas de información, y que, al mismo tiempo, aparece en primera persona, como familiar de los extraños y para participarnos sus reflexiones. Vicente Valero ha escrito el libro que a todos nos gustaría escribir, el que a nuestros padres o nuestros abuelos les gustaría que escribiéramos y que, si algún día lo escribimos, lo haremos con la amargura de saber que ya no lo podrán leer. Y le ha pasado lo que a nosotros nos pasaría:
No hice todas las preguntas que debería haber hecho y ahora no queda nadie a quien preguntar, todos han muerto, a Ramón Chico ya sólo lo recuerdo yo, que ni siquiera llegué a conocerlo, nadie más, de él no perduran más que un puñado de viejas cartas, algunas de ellas ilegibles, y tres fotografías estropeadas en las que aparece siempre, muy serio, solo o con alguna de sus hermanas solteras".
Vicente Valero (Ibiza, 1963) es autor de diversos libros de poesía y ensayo. Los extraños es su primera incursión en la narrativa. Si Manrique nos enseñó que permanecemos vivos mientras perduramos en la memoria de quienes nos conocieron, que la memoria de los que nos dejaron nos deja harto consuelo, Valero, dotando de dignidad literaria sus vidas cotidianas, ha honrado magníficamente a los suyos y, de alguna manera, leyendo su cálido libro, cada uno de nosotros a los nuestros.

domingo, 23 de noviembre de 2014

Maj Sjöwall y Per Wahlöö, El hombre del balcón

John Ingvar Lövgren 
En el verano de 1963 John Ingvar Lövgren (1930 - 2002), un jardinero de triste vida desde la infancia y cierto retraso mental, asesinó a dos niñas en parques de Estocolmo. Es fácil imaginar la conmoción que el asesino de niñas causó en la sociedad sueca de los sesenta. Los periodistas Maj Sjöwall y Per Wahlöö se inspiraron en estos crímenes para crear su tercera novela; El hombre del balcón (1967).
Jo Nesbo dice en las primeras líneas del prólogo de la edición de RBA (2008):
Todo artista está en deuda con aquellos que lo han precedido. Así es, lo quiera o no y tenga o no conciencia de ello. (...) Por ejemplo, todos los escritores de novelas policiacas actuales están en deuda con Sjöwall y Wahlöö, incluidos aquellos que jamás han leído un solo libro de Sjöwall y Wahlöö y pueden afirmar haberse sustraído por completo a su influencia".
Esto nos resulta más que evidente leyendo las novelas de este matrimonio de periodistas; vemos con claridad que en ellas, escritas hace medio siglo, está contenida toda la novela negra europea posterior. Al menos toda la escrita sobre el procedimiento policial. Es evidente que hay autores que se inspiran u homenajean a los clásicos norteamericanos; pero estos lo hacen, generalmente, de manera consciente (de mayores quieren ser Chandler). Pero la obra de Sjöwall y Wahlöö es tan de fundamento que quienes han escrito después lo han hecho sobre esa sólida base aunque, como dice Nesbo, ni siquiera hayan oído hablar nunca de la pareja sueca.
El hombre del balcón es toda una lección de cómo se escribe novela criminal. En esta caso, con un narrador cinematográfico - desde la soberbia (por la inquietud que suscita al lector) descripción de lo que un hombre ve desde el balcón al comienzo del relato, que recuerda al cine neorrealista de los cincuenta -, que apenas deja espacio para mínimos comentarios y con riguroso orden cronológico nos presenta a los personajes en acción. Y en diálogo. Un relato frío, de puro objetivo, que marca continuamente el día y la hora de la acción. Y son precisamente la objetividad del relato, sin especulaciones, análisis psicológicos ni descripciones innecesarias, y el angustioso paso del tiempo los que dotan a El hombre del balcón de un realismo brutal - como brutales y reales fueron los hechos en que se inspira - que es la clave de su valor literario y de su capacidad para atrapar al lector.
Han pasado tres años del caso de Roseanna, uno del de El hombre que se esfumó, Martin Beck ha ascendido a comisario y, resulta evidente, que la relación con su mujer se va deteriorando. Pero Beck no es el protagonista de El hombre del balcón porque en esta novela, como en pocas, el protagonismo es coral y lo comparten los distintos policías - buenos, malos y regulares - que trabajan con Beck (recordemos a Furillo y la comisaria de Hill Street). O, mejor dicho, el protagonismo es, en realidad, de la investigación, del proceso de investigación, de cómo los policías trabajan, cómo encuentran pistas, cómo avanza o se detiene la investigación. La fuerza de la novela está, como decía arriba, en su realismo que se intensifica, como en las anteriores de la serie, con la inmediatez temporal; la acción se sitúa en el verano de 1967, el mismo año de publicación de la novela. El hombre del balcón es, pues, un ejemplar ejemplo de novela negra de procedimiento policial, realista, llena de policías corrientes, en nada superdotados - tampoco en medios, de lo que se quejan habitualmente -, de una razonable extensión - lejos de la tendencia actual a los tochos - y, como la buena literatura, absolutamente viva, nada envejecida (si no fuera por los adelantos tecnológicos del último medio siglo).
Sjöwall y Wahlöö, periodistas, desengañados, decidieron escribir las diez novelas de la serie de Martin Beck, con la intención de denunciar los problemas y carencias sociales de la sociedad del bienestar. Nació así la novela negra escandinava, con ella, la novela negra europea. Como sabemos, quince años más tarde también fueron periodistas quienes con parecidas intenciones y desencantos crearon la novela negra española.
La recepción de la obra de Maj Sjöwall y Per Wahlöö fue temprana en España; ya en 1972 la editorial Noguer comenzó a publicar algunos de los títulos de la serie. Comenzó con El policía que ríe, traducida como El alegre policía. En 1975 publicó El hombre del balcón como El maníaco. Ya en los ochenta Bruguera y Versal recogieron alguna de estas novelas en su catálogo. Pero el reconocimiento no ha llegado hasta que el "boom" de la novela negra nórdica ha llevada a RBA a publicar, desde 2007, todos los títulos de la serie.

sábado, 15 de noviembre de 2014

Steven Millhauser, Martin Dressler

En un mundo en transformación en el que conviven los quinqués de petroleo con las lámparas eléctricas, los tranvías tirados por caballos con los trenes de vapor, los nuevos cigarrillos con los cigarros de siempre, en una ciudad en crecimiento - Nueva York -, Martin Dressler, nacido en 1872, hijo de emigrantes alemanes, ya desde niño, cuando ayudaba en la tabaquería de su padre, tuvo ideas emprendedoras y don de gentes. A los catorce años comenzó a trabajar de botones en un hotel cercano a su casa. En pocos años fue ascendiendo rápidamente hasta llegar a ser secretario del director. Ni su juventud ni su empleo en el hotel le impiden poner en marcha una cadena de restaurantes. Mientras por el camino se casa con la hermana equivocada, a los veintisiete años ya es propietario de un moderno hotel de dieciocho plantas. Luego otro y otro. Martin no se conforma nunca; en cuanto su sueño se hace realidad, se le queda pequeño y necesita de uno nuevo y mayor para seguir vivo. Vivo, en esa vida de éxito en los negocios cada vez más pobre y vacía en lo afectivo y lo personal. Y así hasta un buen final que satisface al lector, que lo desea desde que en su desarrollo la novela ha perdido, quizá, un poco de su interés.
Martin Dressler (1996; Libros del Asteriode, 2012) es, por una parte, un ejemplo de lo fácil que resulta hacer buena literatura con una historia sencilla, un relato lineal y un lenguaje natural. Por otra, la epopeya de un hombre hecho a sí mismo (ya sabemos; Estados Unidos como tierra de promisión donde cualquiera con iniciativa y trabajo puede prosperar y hacerse rico sin importar su origen, donde los sueños se cumplen). Y por otra, un homenaje a la ciudad de Nueva York en un momento fundamental de su historia y su desarrollo; finales del XIX y comienzos del XX, con la revolución que significa la electricidad, los nuevos ascensores que permiten la construcción de los primeros rascacielos, la construcción del metro, la expansión de la ciudad, las novedades arquitectónicas, el desarrollo de la publicidad y su influencia...
Steven Millhauser (Nueva York, 1943) es autor de una docena de obras, de las que algunos han sido publicadas en España en los últimos años. La editorial Andrés Bello introdujo en España a Millhauser con la primera edición de Martin Dressler en 1997. Desde entonces algunas otras de sus obras han sido publicadas en nuestro país.

viernes, 7 de noviembre de 2014

Julio Verne, De la Tierra a la Luna

Es de imaginar que en 1865 De la Tierra a la Luna causara en sus primeros lectores el mismo interés y expectación que causa en sus páginas la aventura de sus protagonistas entre los habitantes de Estados Unidos. Un siglo antes del viaje del Apolo XI, Verne propone a sus lectores la posibilidad de imaginar un viaje a la Luna. Pero el interés no está en la idea, ni en la eterna atracción poética que el satélite nos causa, sino en la fundamentación científica de su posibilidad. ¿Cómo se tomaría una persona de mediados del siglo XIX la posibilidad de que el ser humano viajara a la Luna?
De la Tierra a la Luna, como muchas otras de las novelas de los Viajes Extraordinarios de Julio Verne (Nantes, 1828 - Amiens, 1905), ha constituido durante décadas una lectura fundamental de adolescentes ansiosos de aventuras (las reediciones y versiones son innumerables). Toda esa fundamentación científica del viaje que ocupa la primera mitad de la novela, la preparación del lanzamiento del vehículo espacial, el propio lanzamiento y el inicio del viaje de sus tres tripulantes, la bonhomía y grandeza de sus protagonistas... son, sin duda, garantía de su éxito. Pero hoy, como todo Verne, como toda la excelente novela del XIX, su lectura resulta algo más costosa. Naturalmente, tras el gran paso para la Humanidad de Armstrong, Aldrin y Collins, la hipótesis de Verne y su larga explicación científica carecen de interés; sin embargo, sí lo tienen - y mucho - los distintos "aciertos" de la novela respecto al viaje, necesariamente quimérico entonces, que acabaría realizándose cien años más tarde. Verne y De la Tierra a la Luna - y su continuación Alrededor de la Luna (1868) - son pioneros del género de la ciencia-ficción y los viajes espaciales, que tan prolífico ha resultado en la literatura y en el cine del siglo XX. Y es, precisamente, inspiración de una de una de las primeras películas de la historia del cine, Viaje a la Luna de George Méliès:

martes, 28 de octubre de 2014

Nic Pizzolatto, Galveston

Efectos del huracán Ike en Galveston en septiembre de 2008.
El matón Roy Cady comienza a contarnos su vida desde el día de mayo de 1987 - tenía cuarenta años - en que por la mañana le diagnosticaron cáncer de pulmón. Sentencia de muerte. Por la tarde, le tendieron una trampa para matarle. Sentencia de muerte. De esta segunda consigue salvarse y huye de Nueva Orleans, dirección Texas, en compañía de una joven puta que se encontraba en el escenario del tiroteo. Por el camino recogen a la hermana pequeña de la chica en Orange y acaban instalándose en un motel en Galveston. Él piensa abandonarlas, pero en contra de lo razonable no lo hace. Y como no lo hace acabará metiéndose en líos que le llevan al hospital y a la cárcel. Cárcel en la que descubre la literatura, que no le cambia la vida, pero:
Cuando leía, me abstraía con las palabras y lo que significaban y perdía la noción del tiempo. Y entonces sentí que años antes se me había escapado algo crucial. (...) Tanto leer me enseñó a pensar. Era capaz de entender las cosas de una manera imposible hasta entonces".
Roy nos relata su historia desde Galveston en septiembre de 2008, superviviente al cáncer, mientras, como cada septiembre, un huracán amenaza la costa de Texas.
Galveston (2010) es la primera novela de Nic Pizzolatto (Nueva Orleans, 1975) - conocido después como guionista de las series televisivas The killing y True detective -. Con ella Salamandra ha inaugurado en agosto de este año su serie Black. Sin embargo, Galveston no es una novela de género, no es una novela criminal, sino una novela protagonizada por un criminal. Y es una buena novela en la que el narrador recuerda los días y los hechos que, veinte años antes, le ataron a la isla de Galveston, Texas. Lo hace desde la perspectiva que le dan haber sobrevivido tanto tiempo a una muerte que entonces pensaba inmediata y el recuerdo de las dos muchachas que en aquellos días entraron en su vida para siempre. Lo hace con un ritmo lento; el adecuado a la recuperación de los recuerdos de este hombre ya mayor, solo y castigado por la vida, pero también el único ritmo admisible por ese sur de Texas donde las gafas de sol son imprescindibles, ese sur de Estados Unidos donde todos recelan, todo arde y todo va despacio;
En ese clima todo busca la sombra y por eso una cualidad básica del sur profundo es que aquí todo está semioculto".
Una buena novela, de esas que se inician contundentes:
Un médico me fotografió los pulmones. Estaban repletos de copos de nieve.
Al salir de la consulta me pareció que todos los presentes en la sala de espera se alegraban de no ser yo. Ciertas cosas se notan en la cara de la gente".
Y, aunque decae un poco por el camino, tiene un excelente y conmovedor final, mientras el viento y la lluvia anuncian que el huracán Ike comienza a tocar tierra en Galveston. Sentencia de muerte.

lunes, 20 de octubre de 2014

Henry Handel Richardson, El principio de la sabiduría

Ethel Richardson, atrás a la derecha, en 1885.
Desde Lazarillo de Tormes hasta, por ejemplo, James Sweck, de Algún día este dolor te será útil, de Peter Cameron, los protagonistas adolescentes de las novelas de aprendizaje son mayoritariamente chicos. Es interesante por ello leer El principio de la sabiduría protagonizado por una chica de doce años, de humilde familia y madre viuda que trabaja para mantener a sus hijos, que ingresa en un internado femenino para realizar sus estudios secundarios. Laura, la chica, es una muchacha despierta, resuelta, jovial, inteligente, también ingenua, dispuesta a agradar y encontrar amigas, pero que debe ocultar su origen y luchar contra el desprecio de sus ricas compañeras y contra las rígidas normas de la institución. A medida que avanza deprisa académicamente, Laura irá tropezando piedra tras piedra en el aprendizaje de la mentira, la hipocresía y el fingimiento, propios y necesarios de la alta sociedad. Al tiempo que Laura se "adapta", su trato hacia su madre y sus hermanos, antes cariñoso, se torna despreciativo. Acaba la novela cuando Laura finaliza sus estudios en el colegio a los diecisiete años. Se inicia con una cita de Proverbios:
El principio de la sabiduría es trabajar para adquirirla".
El principio de la sabiduría, al margen de su valor en tanto que recreación de la experiencia personal de la autora, nos acerca al siempre interesante tema de la educación de la mujer en el siglo XIX y a una sociedad - ya en el XX - en la que una mujer necesita recurrir a un seudónimo masculino para publicar una novela. La novela es, sin duda, interesante, pero defrauda un poco las expectativas del lector.
Henry Handel Richardson es el seudónimo masculino que Ethel Richardson (Melbourne, 1870 - Hastings, 1946) eligió para publicar. El principio de la sabiduría, publicada en Londres en 1910, es la única de sus obras publicada en España - Alba, 2014 -, recrea su experiencia en el Presbyterian Ladies College de Melbourne. El colegio prohibió la lectura de la novela por sus alumnas hasta 1950; ahora, sin embargo, la conmemoran como prestigiosa exalumna.

domingo, 12 de octubre de 2014

José Lobo, Yonkis y gitanos

Sevilla; campeón de Liga en 1946.  En la última jornada
se disputó el título con el Barcelona, subcampeón.
Seguramente fue Antonio Hernández quien con su mítico El Betis: la marcha verde (1978) inauguró el relato de forofos en nuestra literatura. Lo hizo además en un tiempo hostil en el que si te dedicabas a las letras (supongo que a las ciencias también) declarar un gusto tan vulgar podía acarrearte el mayor de los desprecios. Quizá porque el fútbol lo había inventado Franco para idiotizar a los españoles. Sin embargo, desde el gol de Iniesta (el de Sudáfrica, que uno escucha "gol de Iniesta" y piensa en Stamford Brigde), las cosas han cambiado; se publican antologías de poesías dedicadas al fútbol, nuestras plumas de renombre - especialmente de izquierdas - flamean sin complejos sus banderas, gozamos de revistas cultas como Líbero y Panenka... Y en estas, Libros del K.O. publica la colección Hooligans Ilustrados; una docena de pequeños libros del tamaño de una cartera que recogen breves relatos de pasión por unos colores (los grandes, pero también los pequeños; Castellón, Córdoba, Logroñés...).
Yonkis y gitanos (2014), de José Lobo (Sevilla, 1980), es el relato dedicado - como es obvio - al Sevilla. Un relato sencillo, de tono coloquial, lleno de verdad y sentimiento. La verdad y el sentimiento de un aficionado que ha pasado su vida asistiendo al estadio de su equipo; un equipo mediocre y perdedor que ha ganado una liga y tres copas - una liga y tres copas - en cien años de historia. Hasta que, en el año del centenario, el equipo alcanza su primer título europeo - con José, naturalmente, en las gradas del Philips Stadium de Eindhoven -. Y, entonces, descubre que tras la victoria no hay nada, como no había arena bajo los adoquines de París, y la vida sigue al día siguiente, y comprende entonces que:
La mejor hora es la de la derrota. Nunca se tiene más orgullo, amor propio y vista larga que en la derrota. Los vencedores no son más que un hatajo de memos pagados de sí mismos que no entienden nada".
Desde aquél día, sin dejar de ser sevillista, abandona su abono de gol norte y empieza a ver la vida de otra forma.
Para un lector "normal" - "los normales no entienden nada" - Yonkis y gitanos ha de ser un lectura gozosa, para un aficionado al fútbol, sevillista o no, incluso antisevillista, es un placer. Una lectura en la que - como en Fiebre en las gradas, de Nick Hornby - encontrará complicidad, identificación y motivos continuos de sonrisa nostálgica o comprensiva. Es el relato de ese camino que lleva desde el primer partido, en un tiempo de la infancia del que es difícil tener recuerdos, agarrado de la mano de tu padre, hasta esa final europea que, ya en la victoria o en la derrota, resulta un punto final inevitable, que te cambiará la vida porque la vida ya será otra después de esa noche. Y en ese camino, todos esos partidos ganados gracias a la postura retorcida que fuiste capaz de mantener durante noventa minutos, esos pantalones que no volviste a ponerte en día de fútbol porque eran gafes, esas rutinas repetidas cada tarde de partido porque son garantía de éxito, ese amuleto que es sólo para las grandes ocasiones porque no puedes desgastarlo usándolo con frecuencia, esas vacaciones organizadas en función del calendario futbolístico, esas reuniones de amigos y ceremonias familiares a las que dejaste de asistir porque jugaba tu equipo, ese cajón lleno de recortes de prensa, viejas entradas, antiguos cromos:
Puede que ordenar tu memoria y tu vida basándolas en un equipo de fútbol no sea lo ideal para llegar a ser una persona formada, recta y decente. Debe de ser difícil tener un amigo al que no puedes hablar de según qué tema si no es para darle la razón en todo, con el que no puedes contar con seguridad sin antes haber echado un vistazo al calendario de liga".
Me disgusta que mis amigos que sé que pasan del fútbol me pregunten por el Sevilla. Sé que lo hacen por cortesía y siempre noto una incómoda superioridad. Me encuentro como si me interrogaran sobre una novia medio puta a la que, por cosas de la vida, ni puedo, ni quiero ni voy a dejar".
Frente a ejercicios de retoricismo exasperante - como alguno del que he hablado recientemente - y novelas que no se pueden leer sino a la vera del diccionario (mejor el de Autoridades), Yonkis y gitanos es un excelente ejemplo de cómo escribir con un lenguaje sencillo un relato lleno de lirismo que ata al lector desde la primera a la última página.
Me resisto a cerrar esta entrada sin referir otro ejercicio, el de agudeza visual que propone José Lobo:
Un pequeño ejercicio de agudeza visual. Acude a su pueblo o ciudad un impresentable que lo observa todo con aire de condescendencia. Habla a voces, sonríe a todo el mundo con una excesiva simpatía que a los tres minutos más parece soberbia que afabilidad. Si entra en un bar, pregunta con cara de asco si no tienen cerveza Cruzcampo y, de tapa, pide platos que sabe positivamente que en ese sitio no llaman así, como puntillitas (que fuera de Sevilla creo que llaman chopitos) o menudo (que para el resto de la humanidad son callos). Cuando pasa por la avenida de la Constitución, después de leer el letrero en voz alta, resopla: "Vaya avenida de la Constitución, igualita que la de allí". Enhorabuena, señora: un sevillano ha llegado a su localidad. Un señor que considera como única forma verdadera de arte el barroco, que viene de un sitio donde todavía se trabaja siguiendo los cánones trentinos sin el menor sonrojo y donde se debate acaloradamente sobre pregones de Semana Santa que no se diferencian uno de otro, escritos en una suerte de prosa poética que ya olía a rancio en tiempos de Campoamor. Nuestra particular forma de ser, basada en que la suprema unidad universal de medida es la ciudad de Sevilla, de la que presumimos hasta del agua del grifo, nos ha acarreado la antipatía de casi toda Andalucía, donde mejor nos conocen, más nos sufren y raro es el municipio donde se nos soporta sin ningún tipo de altercado".
Lo dicho; !Sevillanos:...

sábado, 4 de octubre de 2014

Jesús Carrasco, Intemperie

En un lugar y un tiempo indeterminados (podemos imaginar la España rural meridional de los años veinte - por la foto de los reyes; pero, en realidad, la indeterminación de tiempo y lugar parece más bien ocultar algunas incoherencias -), sometidos a los rigores de una fuerte sequía, Intemperie (Seix Barral, 2013) nos sitúa, en plena canícula, una historia cuyos personajes también carecen de nombres; un chico (imaginemos que de entre diez y doce años) ha escapado de casa por razones que no se explican y apenas se insinúan, pero adivinaremos turbias (un padre que no pone objeción a que el alguacil lleve al chico en su sidecar...). Le persigue el alguacil (ignoramos las razones y el ejercicio del cargo, pero deducimos que más que como funcionario municipal ejerce de comendador de Fuenteovejuna y actúa como cacique de la aldea). En su huida, el chico se encuentra a un viejo pastor, que, aunque no le pregunta nada, decide ayudarle (él también tiene cuentas pendientes con el alguacil). Como en una del Oeste de Clint Eastwood la historia derivará en el enfrentamiento violento entre el alguacil y sus dos ayudantes y el chico y el viejo. Duelo al sol (aunque ésta no sea de Eastwood).
Para esto Jesús Carrasco (Olivenza, Badajoz, 1972) se gasta, en su primera novela, cien páginas de esas en que los personajes tardan veinte en subir una escalera (aunque lo deja en dieciocho), de una prosa elaborada y un florilegio de términos rurales en desuso que le acercan mucho a la pedantería y el exhibicionismo aunque queda muy lejos de cosas como La mala luz (consigue no traspasar la raya, y, en consecuencia, crear un relato descriptivo, carente de acción, bien escrito), luego otras cien páginas de buena novela, que el lector lee con gusto, si ha superado las cien primeras.
Llama la atención que el recurso de no concretar el tiempo ni el espacio, de sugerir y no explicar qué ha pasado, de no dar nombre a sus personajes, Carrasco lo considere, en las entrevistas - ABC, El País Semanal -, fruto de su gusto por podar, podar y podar lo superfluo. Llama la atención, en una novela a la que le sobran páginas. Una novela que es un ejercicio (en la entrevista en Página2 el autor reconoce que escribía relatos cortos y se propuso el ejercicio de escribir algo más largo, esta novela); ese ejercicio en el que algunos piensan - equivocadamente - que consiste la literatura, ver quien la tiene (la frase) más larga y con más esdrújulas. Quizá equivoca qué es lo superfluo; que en una novela no es precisamente la acción.
Al margen de esto y de las exageraciones publicitarias que la editorial ofrece en la cubierta y en la faja y del Premio Libro del Año de los libreros de Madrid, Intemperie es un novela que merece la pena leer. Con un inocente niño que aprende deprisa gracias a los duros golpes de la vida, un pastor que recoge la sabiduría ancestral y la dignidad ética de los viejos campesinos (otra vez Lope, una de las pocas influencias que la crítica fluviana no le ha buscado) y un malvado alguacil capaz de los comportamientos más indignos. El bueno, el feo y el malo.

viernes, 26 de septiembre de 2014

Emilio Salgari, Sandokan

Emilio Salgari (Verona, 1862 - Turín, 1911) es uno de los más importantes y prolíficos escritores de la novela de aventuras. Como era habitual, muchas de sus obras fueron publicadas antes por entregas que como libros. Buena parte de sus novelas son novelas de piratas y, entre ellas, destacan las protagonizadas por Sandokan, un príncipe malayo destronado por el ejército británico que asesinó a toda su familia; Sandokan ejerce la piratería para vengarse. La primera de estas novelas, Los tigres de Mompracem, se publicó en la revista La Nuova Arena entre 1883 y 1884. En 1900, su publicó como libro con el título El tigre de Malasia. Tradicionalmente en España esta novela ha sido publicada dividida en dos; Sandokan y La mujer del pirata. La primera edición española de ambas novelas la realizó Editorial Calleja en 1901. En ese mismo año Viuda de P. Pérez publicó también una edición de Sandokan. Durante más de un siglo la recepción de Salgari ha sido amplia y continuada en nuestro país, especialmente a raíz del éxito de la serie televisiva de 1976 dedicada a Sandokan.
Desde la primera página Sandokan se nos presenta como un personaje colérico, impulsivo, irreflexivo, guiado por la venganza hacia los hombres de raza blanca... Un perfecto ejemplo de héroe romántico. Lo que se compensa, en parte, por la racionalidad de su compañero el portugués Yañez. Tras un enfrentamiento tan heroico como desproporcionado y suicida con los barcos británicos, naufragada su flota, Sandokan consigue sobrevivir y llegar a la costa de Labuan. Naturalmente, queda medio muerto e inconsciente. Al cabo de unos días despierta en una lujosa casa. Resulta ser la casa de su mayor enemigo; Lord James Guillonk, con quien vive su sobrina, que resulta ser la Perla de Labuan, la bellísima joven de la que Sandokan tanto ha oído hablar y tanto ansiaba conocer. Sandokan oculta su identidad, se enamora locamente de la muchacha, debe huir demostrando su heroicidad y jurando regresar a por su amada. Finalmente, aparece el fiel Yañez para salvarle. De nuevo en casa habrá que organizar el regreso a Labuan. Un folletín perfecto.
A pesar de lo exagerado que resulta el protagonista en todas sus acciones, Sandokan, a diferencia de muchas novelas decimonónicas, se lee bien hoy, y su mezcla de amor y aventura sigue resultando eficaz.

jueves, 18 de septiembre de 2014

Kenneth Fearing, El gran reloj

Metropolitan Life Insurance Tower.
George Stroud es director de Crimeways, una revista mensual perteneciente a un emporio formado por más de una veintena de revistas, que ocupa más de diez plantas de un rascacielos. Earl Janoth, el propietario del grupo, en un momento de ira comete un asesinato pasional. Steve Hagen, el amigo íntimo de Janoth, se pone al mando y para poder encubrir a Janoth pone a disposición de Stroud todos los medios de la organización para que localice a un hombre, testigo del crimen de Janoth. Lo que no sabe es que el hombre al que buscan es el propio Stroud. Stroud, consciente de todas las aristas del asunto y del peligro en que se encuentra, lleva adelante la investigación al mismo tiempo que busca cómo cubrirse las espaldas cuando llegue el momento.
El gran reloj (1946) es una novela de suspense; una de las primeras de este subgénero criminal en el que el temor psicológico a lo que pueda pasar prima sobre lo que pasa. Y el suspense, como el ritmo narrativo, crece a medida que avanza hacía el final, el cerco va acorralando a Stroud y el tiempo se agota. Y es un gran acierto de Fearing - y una novedad - para el desarrollo del suspense el empleo de distintas perspectivas narrativas. George Stroud es el protagonista y el narrador de la mayor parte de los capítulos, pero no de todos; otros personajes toman la palabra en los momentos en que cobran un papel relevante en el avance de la acción. El desenlace, seguramente, no es el que espera el lector. Pero así funciona el gran reloj que gobierna nuestras vidas.
La acción transcurre en Nueva York en un momento impreciso. Desde el primer momento El gran reloj rezuma el aroma del cine en blanco y negro, sobre el mundo de la prensa, de los años treinta y cuarenta. De hecho, la novela fue llevada al cine en 1948 por John Farrow (en España, El reloj asesino).
Que El gran reloj es un clásico de la novela criminal nos lo revela que su primera edición en España fuera en 1979 en la excelente serie de novela negra de la colección Libro Amigo de Bruguera - que también recogió, de Fearing, en 1981, La muchacha más solitaria del mundo (1951) -. En 1982 Bruguera incluyó también El gran reloj en la también colección de culto Club del misterio. Y, finalmente, RBA la ha publicado en su Serie Negra en 2011 y, ahora, en la colección veraniega de El País. Edicions 62 editó la novela en catalán en 1987 e Igela en vasco en 1994.
Kenneth Fearing (Oak Park, Illinois, 1902 - Nueva York, 1961) destacó como poeta, pero fue autor también de varias novelas, que, desde la primera, El hospital (1939), adoptan la técnica, arriba comentada, de la perspectiva narrativa múltiple que permite apreciar los distintos puntos de vistas de sus personajes. 

miércoles, 10 de septiembre de 2014

Henning Mankell, El hombre inquieto

Submarino soviético encallado en Karlskrona en 1981.
En 2008 Kurt Wallander - como Henning Mankell - cumple sesenta años; ha cambiado el apartamento en Mariagatan por una casa en el campo, y un perro, cerca de donde estuvo la de su padre, su hija Linda le sorprende, una vez más, anunciándole que va a tener una nieta, y su preocupación por la vejez y por la muerte, como es natural, es cada vez mayor.
Los "suegros" de Linda - él primero y semanas después ella - desaparecen poco después de que Wallander los conozca. Días más tarde ella aparece muerta. La investigación corresponde a la policía de Estocolmo, pero Wallander aprovecha el tiempo libre y las vacaciones para intentar descubrir qué les ha pasado a los otros abuelos de su nieta. El suegro de Linda, Hakan von Enke, fue un alto mando de la Armada sueca que, como otros, fue crítico con la política de defensa del gobierno socialdemócrata de Olof Palme. Muy especialmente respecto a los varios incidentes ocurridos en aguas suecas con submarinos soviéticos durante los años ochenta. Especialmente con el ocurrido en Hårsfjärden en 1982 cuando se dio la orden de dejar escapar a un submarino que estaba rodeado por buques de la Armada. Al cabo de los años, Von Enke, justo antes de su desaparición, parece haber dado con lo que ocurrió verdaderamente aquel día.
El hombre inquieto (2009; Tusquets 2009) nos lleva al tiempo de la guerra fría, del espionaje y del contraespionaje - el caso Stig Wennerstrom - y nos recuerda, como siempre en la novela negra, que las cosas nunca son lo que parecen.
Pero El hombre inquieto es también la novela que cierra la serie Wallander. Por ello, cobran especial relevancia las reflexiones sobre la vida, la vejez y la muerte, el recuerdo del pasado, de los casos que ocuparon a Wallander en novelas anteriores, de los seres queridos muertos, de los compañeros jubilados, la presencia de Mona, su mujer, de Baiba Leipa, su gran amor, de Linda, su hija y, ahora de su nieta recién nacida...
Así, curiosamente, la serie Wallander está formada, como la de Martin Beck, por diez novelas. Ambos inspectores realizan la investigación de su segundo caso viajando a países del Este. Mankell y Wallander nos introdujeron la novela negra nórdica que tanto nos atrae en los últimos años. De ella son fundamento esencial. Los personajes de sus novelas, compañeros entrañables para sus lectores que sufrimos y lamentamos la enfermedad de Wallander y más aún, como es lógico, la de Henning Mankell.

martes, 2 de septiembre de 2014

Peter Cameron, Coral Glynn

Hay artistas excelentes - escritores, pintores, músicos... - cuyas obras son todas del mismo palo. Otros, en cambio, demuestran su valía tocando varios palos con igual maestría. A Peter Cameron lo conocimos - gracias, como a otros tantos, a Libros del Asteriode - por la magnifica Algún día este dolor te será útil. El Nueva York actual, las galerías de arte, un protagonista adolescente en el verano entre el instituto y la universidad en el que tantas cosas tiene que decidir... El nuevo Salinger, al decir de los comentarios tópicos y obligados de la crítica. Su siguiente novela, Coral Glynn (2012; Libros del Asteroide, 2013) es una novela inglesa; se ambienta en los años cincuenta en la campiña inglesa, ese lugar un tanto irreal y aparentemente apacible, anclado en los códigos de vida victorianos, donde sigue habiendo señores y criados, y parece que nunca pasa nada. No falta un inquisitivo inspector de los de la vieja novela policiaca inglesa. Destila el estilo y el aroma de novelas británicas como La hija del veterinario o La librería.
Coral Glynn es una enfermera a domicilio que llega a Hart House, una casa aristocrática a las afueras del pueblo, para atender a la gruñona y anciana señora de la casa, enferma de un cáncer en estado terminal. Encuentra allí el desprecio de la criada y al amargado hijo de la anciana, que sufre las consecuencias de graves quemaduras en las piernas que recibió durante la Segunda Guerra Mundial. A las pocas semanas, la anciana muere y, esa misma noche, el comandante Hart - el hijo - propone matrimonio a Coral que, desconcertada, acepta al día siguiente. Se casan poco después y durante la misma noche de bodas Coral, obligada por las circunstancias, abandona la casa y se instala en Londres. Esto no pone fin a la novela, cuya acción acabará algunos años más tarde, pero sí a lo que parece razonable contar aquí.
Coral Glynn es una novela sobre la soledad. Tanto Coral como Clement Hart, su marido, son dos personas solitarias, sin familia ni amigos. Y, en buena medida, también el resto de personajes. Personas solitarias, nobles, que se ganan nuestro afecto, pero cuyo pasado guarda oscuros asuntos y su comportamiento continuas sorpresas para el lector que, hasta la última línea de la novela, duda de qué es lo siguiente que van a hacer.
Es un novela bella, conmovedora, dura, sobre la soledad, pero también sobre el amor.
¿Qué es el amor sino el deseo de que el otro viva?".
Reflexiona Clement en los últimos párrafos de la novela.
Peter Cameron (Pompton Plains, Nueva Jersey, 1959) es un autor poco conocido en España, sin embargo, antes de Asteroide otras editoriales habían publicado todos sus libros poco después de su publicación original en Estados Unidos; De un modo u otro (Alfaguara, 1989), Año bisiesto (Ultramar, 1992), Un fin de semana (Alba, 1996), Andorra (Llibres del'Index, 1997) - en catalán -, La ciudad de tu destino final (El Andén, 2008).

lunes, 25 de agosto de 2014

F.G. Haghenbeck, Trago amargo

Ava Gardner y Richard Burton en La noche de la iguana (1964).
En 1963 - en Trago amargo se sitúa en septiembre de 1964, con posterioridad al asesinato de Kennedy - John Huston rodó en Puerto Vallarta, entonces no más que una aldea de pescadores, la versión cinematográfica de La noche de la iguana, del dramaturgo Tennessee Williams. En el reparto las más importantes estrellas del momento. Empezando por Richard Burton - en pleno romance con Liz Taylor y acompañado por ella -, Ava Gardner, Deborah Kerr y la joven Sue Lyon tras su reciente éxito en Lolita. La relación entre todos ellos parecía un homenaje a las densas y tensas atmósferas de las obras de Williams. Aquello era un polvorín y Huston decidió repartir revólveres y balas de plata entre los actores.
Hasta ahí los hechos. Aquí aparece Sunny Pascal, de origen mexicano, un detective privado - que sigue los cánones de los detectives californianos marcados por Hammet y Chandler; duro e irónico -, contratado por el productor para evitar incidentes durante el rodaje.
La novela tiene la originalidad de comenzar cada uno de los breves capítulos con la receta de un cóctel, la explicación de su origen y una sugerencia musical para acompañarlo. De paso Sunny se toma alguna copa a vuelta de página. La trama criminal de Trago amargo (2006; Roca 2009) es otro cóctel, un poco de robo, otro poco de chantaje, algunos disparos y algunos muertos por bala de plata... una explicación final que vale para todos pero que no coincide con la verdadera que, por supuesto, Sunny, que narra en primera persona, descubre con perspicacia. ¿Y detrás de todo?; pues que el rodaje de La noche de la iguana no tiene otro objetivo que la compra de las tierras de Puerto Vallarta y crear allí un fructífero negocio turístico.
El desprestigio de la novela criminal como un género subcultural, lejano de la verdadera Literatura - con mayúscula, claro está -, ha llevado a muchos escritores a practicarla como un juego fácil con el que pasar el rato. En otros casos, como un homenaje a un género que admiran. En ambos casos se nota y el resultado huele a falso. Trago amargo no es una novela negra, es un homenaje a la novela negra. En el epílogo - "la última copa" - el propio autor reconoce su admiración con Raymond Chandler y por Paco Ignacio Taibo II y la condición de homenaje a ellos de su novela. Por ello, está llena de tópicos - y bien escrita - pero la trama criminal carece de fuerza. El interés reside en la originalidad narrativa, en la constante presencia de personajes auténticos de Hollywood, en la recreación del ambiente...
Francisco Gerardo Haghenbeck nació en 1965 en Ciudad de México. Es novelista y guionista de cómics. Desde la publicación de Trago amargo en 2009, se han editado en España, a razón de una por año, otras cuatro de sus novelas.

domingo, 17 de agosto de 2014

Hans Herbert Grimm, Historias y desventuras del desconocido soldado Schlump

La Primera Guerra Mundial abrió el siglo XX, dejó algunos importantes avances tecnológicos y es motivo de importantes ensayos, novelas y películas. La actualidad de su centenario nos devuelve esas obras y, junto a ellas, aparecen otras nuevas. No es este lugar de profundizar en todo ello, sino de hablar de una de las menos conocidas de esas novelas; Schlump.
El éxito de su edición en Estados Unidos hizo de Los cuatro jinetes del Apocalipsis, de Vicente Blasco Ibáñez, no sólo una de las más tempranas - 1916 - novelas sobre el conflicto sino además una de las primeras llevadas al cine, en 1921. El mismo año en que el checo Jaroslav Hasek publicaba Las aventuras del buen soldado Svejk. En 1929 Ernest Hemingway publicó su célebre Adiós a las armas y en ese mismo año en Alemania aparecía Sin novedad en el frente de Erich Maria Remarque. Humphrey Cobb publicó en 1935 Senderos de gloria. A punto de iniciarse la Segunda Guerra Mundial, Dalton Trumbo escribió Johnny cogió su fusil (1939). Seguramente, estos títulos, y sus versiones cinematográficas, son los más reconocidos entre las novelas que, al abordar - de distintas maneras y con distintos tonos - los horrores de la Gran Guerra (las consecuencias de la guerra de trincheras, la medicina previa al descubrimiento de los antibióticos...), nos transmiten un mensaje antibelicista.
El éxito de la novela de Remarque eclipsó a Schlump publicada un año antes, en 1928. Esta novela apareció firmada por Emil Schulz (seudónimo tras el que se escondía concienzudamente Hans Herbert Grimm). Emil Schulz es el protagonista de la novela, a quien, desde pequeño, todos en el pueblo le llaman Schlump (a partir de "lump", pícaro, sinvergüenza). Cuando comienza la guerra Schlump es un muchacho de dieciséis años al que le colma de felicidad que una chica le dé un beso y le invite a bailar. Pero a los pocos días se olvida, porque
La juventud es derrochadora, vive en el paraíso y no se da cuenta de cuando se cruza con la verdadera felicidad".
Así que, al cumplir los diecisiete, en contra de los deseos y consejos de sus padres, se alista voluntario para ir al frente. Tras la tediosa instrucción como recluta, por fin parte hacia la guerra. Y como es, gracias a sus estudios en el instituto, uno de los pocos que sabe francés, a pesar de su absoluta inexperiencia y de su juventud, es puesto al mando de un pueblo francés ocupado. Lejos de la esperable realidad de la guerra, de la hostilidad entre enemigos, encontramos que los aldeanos agasajan felices a su buen gobernador, Schlump, abandonado allí, solo entre aquellos extranjeros, por su ejército; encontramos la fantasía irreal de un cuento infantil. El tiempo que pasa Schlump como comandante en plaza resulta irreal, recuerda los cuentos de hadas infantiles. Y de eso se trata; de mostrarnos cómo, para este muchacho, poco más que un niño, ir a la guerra es como un cuento. Pero el cuento se acaba, y con él el Libro primero de la novela. en el segundo, Schlump, por fin llega al frente. Conoce entonces el lector, con toda su crudeza, los horrores de las trincheras. Schlump, desengañado, aprenderá a sobrevivir. Hasta caer herido mientras se encuentra cagando. Y entonces, en el libro tercero, se nos presentaran los horrores de los hospitales de sangre; el dolor, la muerte, los jóvenes cuerpos inútilmente mutilados...
Los horrores de los libros segundo y terceros, contrastan con el mundo irreal del primero, de modo que el mensaje antibelicista de la novela nos resulta más contundente. Schlump recuerda a Svejk, pero también a El aventurero Simplicisimus (1669), la célebre novela picaresca sobre la Guerra de los Treinta Años. Junto al horror de la guerra, Schlump nos ofrece cómicas aventuras y relatos de diversos personajes, el pícaro aprendizaje del protagonista, sus divertidas relaciones con las chicas, el sufrimiento de los padres, la vuelta a casa tras el armisticio y el reencuentro con aquella muchacha que le invitó a bailar...
La portada de la edición de Impedimenta - 2014 - de Historias y desventuras del desconocido soldado Schlump reproduce la cubierta de la edición original realizada por Emil Preetorius, uno de los ilustradores más reconocidos del momento. Schlump, publicado en Alemania por uno de los editores más prestigiosos, se tradujo en Inglaterra y Estados Unidos. Pero llegados los nazis al poder, el libro fue prohibido y sus ejemplares quemados. Grimm escondió un único ejemplar tras un tabique de su casa. Grimm, por otra parte, para mantener su trabajo - profesor de instituto, de Filosofía -, se vio obligado a afiliarse al partido nazi. Tras la Segunda Guerra Mundial, las autoridades de la RDA, debido a esa afiliación, prohibieron a Grimm ejercer la docencia, a pesar de los múltiples testimonios que acreditaban su condición antifascista. Hans Herbert Grimm, veterano de la Primera Guerra Mundial, se suicidó en julio de 1950 en Altenburg, Sajonia, la ciudad en la que había nacido en 1896.
Volker Weidemann, estudioso especialista en libros prohibidos y quemados por los nazis, encontró el ejemplar de Schlump que Grimm escondió tras la pared (nada se sabe de los posibles ejemplares supervivientes de las ediciones en inglés). A él se debe la recuperación de esta magnífica novela.

sábado, 9 de agosto de 2014

Maj Sjöwall y Per Wahlöö, El hombre que se esfumó

Han pasado dos años de la resolución del caso Roseanna, hace calor, avanza agosto y Martin Beck va a iniciar las vacaciones. Apenas hace unas horas que se ha reunido con su mujer y sus hijos cuando debe volver al trabajo; le encargan la búsqueda de Alf Matsson, un periodista desaparecido. Lo que hace peculiar la investigación es que ha desaparecido en Budapest, al otro lado del telón de acero. Con el lógico enfado de su esposa - ¿no hay otro policía? - Beck parte hacia Hungría en una misión "extraoficial".
Es fácil imaginar que puede tratarse de un asunto de espionaje. Beck, que no acaba de encontrar mucho sentido a su misión, pronto se siente vigilado - la policía, imagina -. Pero la policía húngara, que no es quien le vigila, se le presenta y su colaboración será decisiva para descubrir que Matsson forma parte de una trama de tráfico de drogas que introduce hachís desde Turquía a Europa Occidental aprovechando que las policías occidentales no controlan mucho a los viajeros procedentes de países del Este - de los que no hay nada que traer - y que en estos países no hay consumo de drogas. El asunto queda resuelto, pero Matsson sigue desaparecido. Beck vuelve a Suecia y, en colaboración con sus compañeros y, nuevamente con la policía húngara, consigue desvelar el misterio de la desaparición del periodista. Resultará que ha pasado una de esas cosas que pasan en América, pero que, como la serie de Martin Beck irá poniendo de manifiesto, empiezan a pasar también en Europa. Con el tiempo, el crimen se hará un hueco en la sociedad del bienestar. Beck, hace casi medio siglo, y Wallander y los demás ahora, lo ponen en evidencia.
Hay en El hombre que se esfumó algunas referencias a Roseanna - por ejemplo, Beck envía una postal de Budapest al policía de Motala con el que trabajó en el caso de la turista norteamericana -, queda clara la intención de los autores de crear una serie, de dotarla de coherencia y de dar relevancia a lo personal, y no sólo a lo profesional, en la vida de sus personajes. Por ello, conviene al lector seguir las novelas de este tipo de series en orden, acompañando al protagonista en la vida como a un amigo. Lo particular de esta novela es que buena parte del trabajo de Beck se realice en el extranjero, más aun, en un país de la Europa comunista.
Con Odio y los policías del Distrito 87 Ed McBain inauguró en 1956 el subgénero criminal de la novela de procedimiento policial (la novela está protagonizada por un agente de policía, que es un tipo, normal, que trabaja en equipo y siguiendo los procedimientos legales y policiales propios de una comisaría). Son las novelas de Sjowall y Wahlöö las que abren el subgénero en Europa, convirtiéndose en fundamento trascendental de una gran parte de la novela negra europea actual y de la escandinava - de tanto éxito - en particular; tanto en el enfoque - la novela negra "procedural" - como en la construcción de unos personajes que protagonizan una serie de novelas y cuya vida personal acaba resultando tan relevante para el lector cono la resolución de los casos, los problemas del trabajo policial o el contenido social de sus novelas. Y por todo ello - la identificación del lector con el personaje, su comprensión de los problemas sociales planteados... - también es relevante que la acción resulte cercana en el tiempo, como en El hombre que se esfumó, cuya acción transcurre en unas semanas de agosto de 1966, el mismo año de la publicación de la novela.
Noguer publicó El hombre que se esfumó en 1978 y RBA lo rescató en 2009 en su Serie Negra y en 2010 en RBA Bolsillo.

viernes, 1 de agosto de 2014

Ivan Doig, Verano en English Creek



Hasta había quien decía que quizá Montana ya había tocado fondo con la Depresión. Los defensores de esta idea iban por ahí diciendo que el año había sido algo más próspero o en cualquier caso menos desesperado que el anterior. Una vara de medir bastante optimista que ignoraba el hecho de que durante años los habitantes de aquellas tierras las habían pasado realmente canutas. Supongo que yo no debo lamentarme por cuestiones de dinero, porque nuestra familia se las apañaba mejor que muchas. Incluso en los peores años, aquellos en los que el Servicio Forestal despidió a varios empleados - o, como solía decirse, los hooverizó - mi padre, el guarda forestal Varick McCaskill, nunca se contó entre ellos. Cierto es que le habían bajado el sueldo un par de veces y sólo Dios sabía si no volvería a ocurrir otra vez. Pero nos las apañábamos. Sin lujos, íbamos tirando".
Otras familias han abandonado el pueblo porque han sido desahuciadas por los bancos. Parece actual, pero es el verano de 1939. Y es Montana. El New Deal intenta sacar al país de la Gran Depresión. Es el verano en el que Jick, el cuatro de septiembre, cumplirá quince años. Un verano único, ¿qué puede haber mejor que tener quince años?:
Aunque yo creo que lo que de verdad me importaba era la vida misma. Aquella situación de tener edad suficiente como para estar casi a punto de todo y ser demasiado joven como para entrar de lleno en el meollo de las cosas".
El verano se inicia la noche de junio en que Alec, el hermano de Jick, cuatro años mayor, que trabaja en un rancho, se presenta a cenar en casa de sus padres para anunciar que en otoño no irá a la universidad - los padres no han escatimado en sacrificios para poder pagarle los estudios - y se casará con su reciente novia. El enfrentamiento - eterno - entre los padres y el hijo que reclama su independencia personal. Durante el verano Jick acompañará a su padre, guardia del Servicio Forestal, en una de sus tareas, el viaje de conteo de cabezas de ganado, vivirá un inolvidable Cuatro de Julio (la fiesta nacional de Estados Unidos), trabajará en la siega del heno en las tierras de su tío Pete, presenciará la lucha contra un incendio forestal, descubrirá antiguos secretos del pasado familiar y que la vida es más complicada de lo que quisiéramos, que nos desengaña a cada paso, que las cosas nunca salen como pretendemos...
El verano en que empecé a preguntarme si alguna vez las cosas terminan como uno espera".
El verano acaba el uno de septiembre; en Europa ha empezado otra guerra.
En el cuarto, último y breve, capítulo de Verano en English Creek, Jick, que narra aquel verano casi cuarenta años más tarde, repasa qué ha sido de los distintos personajes desde entonces. El hermano que se alistó tras Pearl Harbor y murió en el frente en 1942 sin haber vuelto a hablar con su familia desde el verano del 39, la muerte del padre, recién jubilado, de un repentino ataque al corazón, la amable vejez de su madre... Las duras jugadas que la vida nos guarda a cada paso. Por esta parte Verano en English Creek es una magnífica y conmovedora novela de iniciación, Jick un chico entrañable, y también los demás personajes... pero Verano en English Creek es también un monumento a Montana. Y como todo monumento, pétreo. Montana es en 1939 un territorio casi recién colonizado; los primeros colonos llegaron unas décadas antes, apenas una o dos generaciones antes. English Creek pretende homenajear a aquellos colonos - los pioneros, y los ganaderos, los agricultores y los forestales de 1939 - y a la naturaleza impresionante de aquellas tierras. La consecuencia es un ritmo lento y denso que nos lleva a una lectura lenta que exige del lector tiempo y paciencia.
Ivan Doig es uno de esos interesantes escritores que conocemos gracias a Libros del Asteroide, que nos lo presentó en 2011 con la maravillosa Una temporada para silbar y en 2013 nos trajo Verano en English Creek, que Doig publicó en 1984.

jueves, 24 de julio de 2014

Jussi Adler Olsen, Los chicos que cayeron en la trampa

En septiembre de 2007, tras las vacaciones y la brillante resolución del caso Merette Lynggaard - La mujer que arañaba las paredes -, Carl Morck y su asistente Assad reciben a un nuevo miembro del Departamento Q, Rose, una particular, pero eficiente, secretaria. Y alguien se esfuerza en que se ocupen de un viejo caso, aparentemente resuelto; el asesinato de dos jóvenes hermanos en el verano de 1987. También hay quien se esfuerza porque lo abandonen.
Lo que se descubre es muy turbio. En los ochenta, en un rígido internado para alumnos de clase alta, cinco chicos y una chica forman un grupo de amigos que se reúne para fumar porros, ver If y La naranja mecánica, mantener relaciones sexuales... El grupo acaba encontrando placer y diversión en la violencia y en la agresión a otras personas.
En 2007, tres de ellos son importantísimos empresarios que se divierten organizando excéntricas cacerías en las que, además de faisanes y codornices, se mata alguna pieza especial; una hiena, un avestruz... Ella, Kimmie, vive en la calle como una mendiga desde que en 1996 sufrió un aborto y rompió con el grupo. Ellos tienen a un detective privado buscándola porque la temen, ella va tras ellos porque ha llegado la hora de la venganza. Y Carl Morck va a la caza de todos porque el viejo caso aparentemente resuelto ha destapado una larga lista de asesinatos y agresiones de las que el grupo es culpable. Una caja metálica que Kimmie escondió cuando huyó tras el aborto guarda pequeños objetos que son la clave de los distintos crímenes.
Por el camino profundizamos (tenemos los antecedentes de la primera novela de la serie) en el conocimiento de la vida de Morck; su relación con su exmujer Vigga, la convivencia en casa con su hijo adolescente Jesper y con Morten, el inquilino al que ha alquilado el sótano, sus deseos de ligarse a la psicóloga Mona Ibsen y Hardy, el compañero que acabó paralítico en el tiroteo en el que Morck sobrevivió y Anker, el tercero de ellos, murió abatido a balazos. Hardy, en su cama de hospital, cree que uno de los tres estaba compinchado con quienes les atacaron.
Los chicos que cayeron en la trampa (2008; Maeva 2012) no engancha al lector hasta el punto de tenerle secuestrado como la primera novela de la serie; no es un thriller como La mujer que arañaba las paredes sino una buena novela que se inscribe en la línea de la mejor novela negra nórdica con personajes que se nos van haciendo entrañables a medida que los vamos conociendo más.

miércoles, 16 de julio de 2014

Eduardo Halfon, Monasterio

Una familia normal de finales del siglo XX hereda la religión de sus abuelos - el padre más liberal, la madre más religiosa - y la va abandonando paulatinamente a medida que crecen los hijos y dejan de rezar con la madre al acostarse. Así, muchos dicen tener una religión pero no ser practicantes. Pero en toda familia puede ocurrir que uno de los hijos, de los hermanos, se te apunte a una secta. Cuidado con llamar sectas a las sectas. Entonces ese hijo abandona la familia, que queda en un plano inferior a los axiomas religiosos. Pero ese hijo, ese hermano, sigue siendo el protagonista de tantas anécdotas de infancia que humedecen tus ojos al recordarlas... Resulta tan incomprensible que haya dejado la familia; pero sigue siendo tu hijo, tu hermano, así que la familia hace esfuerzos por adaptarse, por aceptarlo, por evitar que los lazos se rompan, por ser tolerante con el extremismo intolerante que ha abducido a ese hijo a quien ya no hay quien le reconozca, le ha cambiado incluso la mirada. Los padres sufren en silencio, obligan a los hermanos a respetar y no mofarse del descarriado; ¡es tu hermano!. Lo explica bien el relato Mi llorada hermana ultraortodoxa, del escritor israelí Etgar Keret.
Esto le pasa a Eduardo Halfon, el narrador de Monasterio, que viaja con su hermano y sus padres desde Guatemala hasta Jerusalem para asistir a la boda de su hermana que se ha hecho judía ultraortodoxa. Se trata de una familia guatemalteca de abuelos judíos; uno polaco, de Lodz, superviviente de Auschwitz, y los otros tres árabes; de Siria, Líbano y Egipto. El narrador, que no cree en Dios y se considera "judío a veces", afronta el asunto con cierto humor que le sirve para evidenciar el absurdo y la intolerancia del fanatismo religioso; en una ocasión él y su hermano son apedreados por coger un taxi en sábado, en otra su futuro cuñado le reprocha que un buen judío no pregunta por qué respecto a algo que está escrito en los libros sagrados... Y, de paso, dejarnos unas pinceladas sobre la vida en Israel, donde en cualquier momento inesperado puedes verte rodeado de jóvenes soldados que te apuntan con sus metralletas.
Sin embargo, la historia no avanza por ahí y el encuentro casual con una vieja conocida propiciará el recuerdo del abuelo polaco, ya fallecido, prisionero de Auschwitz, de un viaje anterior en el que buscó los orígenes del abuelo en Lodz, en la reflexión sobre quienes salvaron su vida - más vale un mentiroso vivo que un judío muerto - de la barbarie nazi mediante una mentira, un cambio de personalidad, un disfraz... Y es que todos necesitamos una mentira que nos salve; a cada cuál de lo suyo. A Halfon del conflicto de ser judío y tener ascendencia árabe por tres de los cuatro costados.
Con Monasterio (2014) Libros del Asteroide ha iniciado en su colección la publicación de libros inéditos escritos en castellano. Con su acierto habitual.  Monasterio está escrito con un estilo ágil y sencillo, se lee de un tirón y es una interesante novela. También lo hubiera sido si el autor hubiera decidido seguir contándonos la historia de la boda de su hermana.
Eduardo Halfon, nacido en Ciudad de Guatemala en 1971, comenzó su carrera literaria en 2003, ha escrito desde entonces más de diez obras, casi todas ellas publicadas en España por distintas editoriales.
Con la tecnología de Blogger.